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Este hombre, al que los que nos sentimos jóvenes no seguíamos demasiado, cabalga bastante. Hasta este lunes parece que no se dio cuenta de que no se había bajado del caballo. Y por eso mira por encima del hombro. Es el señorito que va de afable pero que aclara cuando se tercia quién es el que está arriba. Somos andaluces y los reconocemos a primera vista. Ya nos los describían los abuelos. A Juan y Medio, "tan caballero", como le piropean sus jornaleros, le hemos visto la mueca a la primera en que le han apretado. Le creíamos más humilde e inteligente. Cuando te llevas 4 millones de euros al año de la cadena donde estás, es lo que pasa, que no te bajas del caballo cuando te ríen las gracias esos que debían controlar el trabajo en una cadena pública. Juan y Medio escucha ladridos, pero en realidad son los comentarios de mujeres (incluso consejeras) que critican sus bromas de faldas y besos robados. Si le pagas a Eva Ruiz como nunca imaginó que iba a cobrar en su vida es normal que diga que no se siente víctima. Allá ella.
Juan cabalga y se siente impune. Cree que ladran los que dicen que desearían que de Canal Sur se zapearan en Madrid programas de prestigio y asuntos de humor sin tener que vejar a nadie. Su audiencia es tan mayor y adormilada que la suponíamos en mejores manos. Los ancianos ya empiezan a manejar con soltura internet y se están dando cuenta de cómo se las gasta este caballero. Cuando ha aparecido en una cadena nacional (y fue por partida doble, en una privada y en una pública a la vez), lo han corrido a gorrazos. Presume que es líder de audiencia. No lo es. Incluso su sustituto Rafael Cremades ha tenido mejores registros que él. El éxito de La tarde... es el formato, no el presentador. En Canal Sur abundan los jinetes, los que dicen a la Junta que los culpables de su fracaso son las privadas, las redes, los sindicatos, los críticos... Siga cabalgando, Juan. A su bola. Pero antes vaya al otorrino. No le están ladrando, le están exigiendo que haga un programa que no se revuelva como un insulto.
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