Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Ayer se clausuró la Bienal y lo he logrado: no he ido a ningún espectáculo. Necesitaba una cura, alejarme de un festival que casi me quitó la afición en los cuarenta años que lo viví. No digo que lo disfruté, porque salvo en la primera, que aún no era crítico de flamenco, cundo cubres este festival no tienes tiempo de disfrutar de los espectáculos. A modo de balance la verdad es que he escuchado de todo, bueno y malo. Sin embargo, si cogemos las críticas parece que ha sido la mejor edición. Nunca había visto que la propia Bienal hiciera críticas, las suyas, y menos que todas fueran positivas. Hay un cantaor cordobés que cada vez que canta escribe él mismo la crítica en Facebook y siempre, siempre, lo visitan los duendes morenos en el escenario. Dile tú ahora que cantó para tirarlo a los cochinos, expresión típica de Villanueva del Ariscal y del ilustre vecino de este pueblo Manuel Márquez El Zapatero.
La Bienal puede dar información pero no opinar públicamente de lo que hacen los artistas en el escenario, porque eso ya lo hacen los críticos especializados. Lo que sí he notado es que se habla poco de la Bienal en las calles, en las tabernas o en los supermercados. Veo a diario la tele y una sola vez, o dos, he visto algo del magno festival. No hablemos ya de llevarlo a las casas de los sevillanos, de los que no pueden ir a un teatro por problemas de salud o de cartera. Tenemos una cadena pública y parece que eso de dar un concierto, en directo o en diferido, es imposible. Lo de Canal Sur Televisión son los refritos, tirar de archivo para que veamos más jovencitos a Montoya y Curao, ambos felizmente jubilados. Claro, hablas con un vecino de La Puebla o Coria y no saben ni que existe la Bienal. “Que venga la Bienal a verme a mí”, dicen mirando a los verdes arrozales, que ya amarillean.
En líneas generales y según los que han ido, el festival ha estado correcto, con los espacios llenos –se regalan muchas entradas–, los duendes activos y el gremio contento. Si trabajan, los flamencos están felices. Y en esta edición de la cita hispalense han trabajado hasta los cuñados y las suegras de los artistas. Se programó para dejar contentos a todos y parece que han tenido éxito. Si hay jurdó, se acaban las críticas de los propios flamencos. Hay que decir, por último, que los buenos aficionados han mostrado su felicidad porque dicen que ha vuelto el pellizco a la Bienal. Si es así, estupendo. Barbacoa dominguera para celebrarlo. Apúntame, Antonia.
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