
Joaquín Aurioles
Las instituciones informales
Dios, a la intemperie
Acada cual, la Semana Santa nos llega a lomos de hosannas diferentes: toques de cornetas en el aire, la sorpresa del primer nazareno, olor a infancia y canela en la cocina… Pero a todos causa similar ilusión. Porque es la hora de dejarse alcanzar por la belleza de un Dios a la intemperie. Puede parecer oculta por la violencia del pecado, despojada de todo a cambio de nada. Pero está ahí, asomada en la ternura frágil de su Humildad y Paciencia, en la verdad expresada en el silencio de la cruz crucificada del Calvario. O en el dolor agarrado al cielo de San Vicente de su Madre de los Dolores.
Qué necesario es, en este tiempo pródigo en un feísmo provocador, redescubrir la verdad luminosa del amor redentor de Dios a través de su pregonera, la belleza. Enredados entre tanto embuste, violencia, radicalismo y poca vergüenza, que marchita nuestros sentidos, la Semana Santa nos despierta un íntimo deseo de felicidad, equilibrio, plenitud. Es el gozo por el misterio que se revela estos días en Jesucristo. Por eso, cuando falta esa armonía, inconscientemente chirrían los excesos, el desorden, la música estridente o los exornos desaforados. Y, en vez de acercarnos, nos aleja de ese profundo misterio de amor entregado hasta el extremo que da sentido a todo.
Vivimos en una creciente ignorancia de cultura religiosa y olvido de Dios. Y, a la vez, muchos siguen acercándose a esta fiesta buscando las emociones epidérmicas que provocan el incienso, los redobles, las apariencias. Ignoran quizás que, mientras, el Señor sigue llamando a cada uno desde el paso de cualquier cofradía para avivar en ellos la nostalgia de su caricia divina. Como llama también a los que nos llamamos cristianos, cofrades, para que vayamos a su encuentro y redescubramos este misterio. No sea que, tras tantas Semanas Santas vividas, lamentemos un día no habernos dejado encontrar antes por la belleza de Dios, y digamos entonces como San Agustín en sus Confesiones: “¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!”.
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