Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Voces
No es fácil comprender cómo una empresa que gana dinero puede quebrar, pues los bancos tienen márgenes entre lo que pagan y lo que cobran; con la ayuda de tecnologías y el gran invento de los cajeros reducen sucursales, diversifican negocios, se fusionan y atienden con menos gasto a una mayor clientela, han podido reducir personal con sus planes de pensiones, y en suma se trata de un negocio relativamente fácil siempre que se mantenga unos mínimos de prudencia. Sin embargo, como industria regulada ha de cumplir unos requisitos de valoración de lo que tienen en el activo de sus balances; en algo tan seguro como la deuda pública si un banco ha comprado deuda al 1% y por esa misma deuda se paga ahora un 3%, esperando a que la deuda venza no pasa nada, pero si se quiere vender antes vale menos (tienes en tu poder algo que da un 1% cuando se puede comprar con una rentabilidad de 3%), y da pérdida. Si el banco negocia con esa deuda, aunque no la venda tiene que valorarla con pérdida contable. De esta forma, la subida de tipos de interés puede dañar algo a activos incluso sin riesgo de los bancos, y muchísimo si el banco ha invertido en compañías de alto riesgo y volátiles como las tecnológicas, que es el caso de los bancos norteamericanos o alguno suizo. Por otra parte, en el pasivo el capital no es más del 13% del balance, y si los depósitos están muy concentrados en unos pocos clientes, o en préstamos de otros bancos como, de nuevo, es el caso de los bancos norteamericanos, el deterioro del activo, necesidades de provisionarlo en capital, la caída en bolsa, y la retirada de depósitos, precipita la quiebra.
Los bancos españoles son hoy diametralmente opuestos a esta descripción. Llegaron a tener más del 50% de todas las Letras del Tesoro en 2007, pero hoy es sólo el 20%. En el inmobiliario, sólo el 50% de las compraventas de vivienda en España tienen hipoteca, y como se da el 70% del valor, poco más de la tercera parte de la vivienda se financia hoy con crédito bancario; la promoción y compraventas se financia emitiendo deuda y capital entre otras por las Sociedades Cotizadas de Inversión Inmobiliaria (Socimi), así como por inversión foránea. El crédito a familias y empresas está diversificado y la subida de tipos es muy positiva para la banca española. Además, el Banco Central Europeo (BCE) remunera los depósitos bancarios con un suculento 3% cuando hasta hace poco cobraba por ellos. La morosidad, por su parte, está contenida mientras se mantenga el empleo, que es una prioridad en la política pública. En el pasivo, los bancos tienen muchas cuentas menudas de clientes no remuneradas, por lo que el margen entre lo que se cobra y lo que se paga es ahora favorable.
Habría que añadir algo más, y es el celo que el BCE y la Autoridad Bancaria Europea (ABE), presidida por el español José Manuel Campa, han puesto en la valoración de los activos bancarios, su liquidez y sus riesgos. El año pasado se hicieron pruebas de resistencia para valorar el riesgo del cambio climático en las carteras de préstamos, tanto por la adaptación de las empresas a las nuevas normativas medioambientales, como por inundaciones, incendios, o sequías, que puede influir en la capacidad para pagar los préstamos. Las sociedades de tasación se aplican también a recoger en sus metodologías de valoración la eficiencia energética, pero con el reto de incorporar esos criterios. Estas pruebas que la supervisión bancaria extiende a la responsabilidad social y buen gobierno se consideraron en un primer momento algo impertinentes e intrusivas, pero sin duda motivó a nuestra banca a perseverar en la valoración de riesgos. Es verdad que vivimos una época de gran incertidumbre, pero esto justifica aún más medir, identificar, seguir y gestionar el riesgo, evitando algo tan terrible como una crisis financiera.
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