Ojalá existiera lo de la OTI
Ay, aquella proyección de diapositivas
Setenta años atrás, un niño acudía de la mano de su padre a una proyección de diapositivas de Semana Santa del gran Luis Arenas. Siempre de la mano del padre, aquello era como un día de fiesta para ese niño que, como todos los niños de entonces, tan cortitos estaban de regalos. Era como cuando de la mano del padre iba a alguna que otra novillada o, por supuesto, a cuanto se jugaba en Nervión y Heliópolis. Pero ahora, cuando la agenda cuaresmal está tan repleta, recuerdo que aquella proyección en un aula de la Universidad de Laraña era un regalo tan inopinado como digno de agradecer. Nunca había asistido aquel niño a una proyección de diapositivas y aquellas de Arenas eran como el descubrimiento de un mundo nuevo que llegaba como más gustaba, de la mano del padre, siempre de la mano del padre.
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