Fernando Faces

Atrapados en la trampa del gas ruso

Análisis

Putin lleva años manejando el grifo del gas como instrumento geopolítico

El paquete de medidas de la UE se limita a medidas de urgencia, pero no aborda las causas de la crisis

Varias personas ante el logo de Gazprom en el Foro Internacional del Gas de San Petersburgo.
Varias personas ante el logo de Gazprom en el Foro Internacional del Gas de San Petersburgo. / Anatoly Maltsev | Efe | Epa

17 de septiembre 2022 - 05:00

EUROPA es consciente desde hace décadas de su peligrosa dependencia energética de Rusia. En los años 2006 y 2009 la empresa pública rusa Gazprom procedió al corte de suministro de gas a Europa a través de Ucrania. Putin lleva años manejando el grifo del gas como instrumento de poder geopolítico. En el año 2014 Donald Tusk, primer ministro de Polonia y posteriormente presidente del Consejo Europeo, advirtió de la peligrosa dependencia energética de Rusia y de la necesidad de diversificar las fuentes de importación de gas de otros países más fiables. En febrero de 2015, gracias al impulso del presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, nace la Unión Europea de la Energía cuyo objetivo es construir el Mercado Energético Europeo sobre los pilares de la seguridad, sostenibilidad, solidaridad y confianza. Destacaban las palabras seguridad y confianza, en alusión directa a la excesiva y peligrosa dependencia energética de Rusia. Desde el punto de vista de la seguridad la Unión Europea de la Energía (UEE) tenía tres ejes de desarrollo fundamentales: diversificación de las fuentes de suministro entre países fiables, aumento de las redes de interconexión que permitieran fluir el gas a través de toda Europa, fuertes inversiones en capacidad de almacenamiento y construcción de plantas de regasificación para las importaciones de gas licuado (GNL).

La visión mercantilista de Alemania

Transcurrida una década el 40% del gas que consume Europa sigue dependiendo de Rusia, la red de conexión a través de gaseoductos europeos es insuficiente, existen islas energéticas como España y Portugal, sigue vetada la construcción del gaseoducto MIDCAT que conectaría España con Francia y la capacidad de almacenamiento apenas cubre un invierno. Europa sigue atrapada en la telaraña del gas ruso. A la hora de buscar culpables la primera que aparece en la lista es Alemania, que con una visión miope y mercantilista (gas barato y abundante) aumentó su dependencia energética de Rusia a través del Nord Stream1, y por si fuera poco, impulsó la construcción del Nord Stream 2, gaseoducto que no se ha llegado a inaugurar por la explosión de la guerra. La dependencia energética es extremadamente alta en Alemania y países del Este. España y Portugal son menos dependientes de Rusia, aunque el inoportuno deterioro de la relación de España con Argelia ha determinado que en los últimos meses haya aumentado el suministro de Rusia y descendido el de Argelia.

Tras la guerra de Ucrania el suministro de gas se ha convertido en la principal arma bélica de Rusia. El suministro de gas a través del Nord Stream 1 se ha utilizado como instrumento de tortura, con reducciones tácticas y progresivas del suministro hasta el 60%, 40%, 20%, hasta el cierre total. La amenaza de Putin es contundente: el suministro no se restablecerá hasta que se retiren las sanciones económicas contra Rusia.

Dos grandes amenazas se ciernen sobre Europa: primero la suficiencia del abastecimiento de gas para sobrellevar un duro invierno; segundo, el disparo del precio del gas que se ha multiplicado por más de 10, multiplicando el precio de la electricidad, provocando una inflación desbocada, catapultando los costes de las empresas y hundiendo la capacidad adquisitiva de los consumidores. La agresiva subida de los tipos de interés del Banco Central Europeo para controlar una inflación excepcional de oferta y de demanda, similar a la de los años 70, agrava la situación deprimiendo el consumo y la inversión y empujando a Europa a una próxima recesión con inflación, la temible estanflación.

Plan de emergencia

Europa está en situación de emergencia energética, económica y social. Úrsula von der Leyen, presidenta de la CE, ha presentado en el debate sobre el Estado de la Unión Europea un plan de emergencia energético cuyo objetivo es repartir la carga y el sacrificio de la inflación energética entre empresas y consumidores. La propuesta de la CE se limita a repartir el impacto económico de la crisis energética, pero no propone medidas para hacer frente a sus causas. Tampoco plantea la reforma definitiva del Mercado Eléctrico Europeo que deja para más adelante. El reparto del sacrificio se centra en dos medidas: primera, limitar los ingresos de las empresas que producen electricidad sin gas (renovables, hidráulicas, nucleares) estableciendo un tope máximo al precio de la luz que van a pagar los ciudadanos, 180 euros MW/h; y segunda, gravar a las empresas productoras de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) con un impuesto de solidaridad del 33% sobre los beneficios que excedan el 20% de la media obtenida en los últimos años. La propuesta de la CE es más racional y menos perjudicial para las empresas que la propuesta por el Gobierno español. Un precio máximo de 180 euros MW/h, reduce pero no anula los “beneficios caídos del cielo”. Por otra parte, el impuesto de solidaridad del 33% sobre los beneficios extraordinarios es más racional que el propuesto por el Gobierno español sobre la facturación, ya que un incremento de la facturación no garantiza un incremento de los beneficios. El Gobierno adaptará su propuesta a la normativa comunitaria. Para garantizar el abastecimiento eléctrico CE propone un ahorro del 10% en el consumo eléctrico y un 5% en las horas punta de mayor consumo.

No ha habido acuerdo en la propuesta de poner un tope al precio de importación del gas ruso. Alemania y los países más dependientes temen que esta medida provoque el cierre total del gas ruso que todavía fluye a través de Ucrania y Turquía. Europa sigue atrapada en la trampa de Rusia. La propuesta de aportar liquidez a las empresas que operan en el Mercado Eléctrico Europeo viene derivada de los problemas de liquidez y de garantías que están teniendo las empresas ante la volatilidad de los precios y las garantías exigidas en el mercado de futuros energéticos. Esta circunstancia, que ha pasado desapercibida, puede llegar a ser muy grave. Algunos analistas hablan del riesgo de un Lehman Brothers energético. Alemania ha puesto a disposición de estas empresas una línea de 67000 millones de ayudas de liquidez y se ha visto obligada a nacionalizar alguna (Uniper) para evitar un shock del mercado energético.

¿La transición verde está en riesgo?

La reforma de las reglas que rigen el Mercado Eléctrico Europeo y la formación de los precios se ha pospuesto. El desacople del gas en el mecanismo de formación de los precios que demandaban países como España, Portugal y otros no se ha abordado. Por lo tanto, el paquete de medidas de emergencia presentado por la CE, que se aprobará en el Consejo Europeo del 30 de septiembre, se limita a medidas de urgencia centradas en el impacto social y en el reparto de sacrificios, involucrando a las empresas productoras de energía, pero no aborda las causas de la gran crisis energética que azota a Europa.

La transición energética hacia energías limpias y el cumplimiento del calendario de los objetivos de descarbonización están en peligro. La emergencia del riesgo de desabastecimiento energético ha propiciado la reapertura de minas de carbón. Esperemos que sea transitorio. La gran lección de esta crisis energética mundial es que la única manera de garantizar la seguridad, suficiencia e independencia energética es impulsar y acelerar la transición energética hacia las energías verdes. La seguridad y la independencia energética de Europa y la sostenibilidad medioambiental van unidas, se requieren mutuamente. Es el gran reto de la humanidad en las próximas décadas.

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