Visto y Oído
SoniaSonia
Hubo un tiempo de rebeldía y contestación en el que se quiso sacar a Dios de la universidad, eran tiempos que vaticinaban cambios y los grises azotaban algo más que las conciencias. La juventud es el motor de cambio de la historia porque es la poseedora de la inocencia y la fuerza que hacen abanderar la marcha en el camino a cualquier futuro por utópico que sea, luego los años van llenando de experiencia, prudencia y mejor criterio las mentes y corazones de los que, al mismo ritmo, van dejando de ser jóvenes.
En ese ambiente, hace cincuenta años, nació el Pregón Universitario de la Semana Santa. Primero fue la cuadrilla de hermanos costaleros y, casi al mismo tiempo, el pregón. Había que reivindicar que Dios seguía existiendo en una proclamadora unión de razón y fe y debían ser las voces propias de los estudiantes los que reclamaran el espacio de Dios en la universidad, era el momento de ser verdaderos testigos de la Verdad de la más alta cátedra que existe, la de ese galileo llamado Jesús que murió crucificado y que quedó retratado en la más dulce de las muertes por mano de Juan de Mesa cuatro siglos y medio antes.
El Pregón de la Semana Santa de Sevilla no había nacido mucho tiempo antes, poco más de 30 años, y vivía sus primeros años con una formalidad más cercana al de una conferencia que al estilo que hoy impera y que Rodriguez-Buzón dejó como mejor legado. En esas estaba la cosa cuando el hermano mayor de la Hermandad de Los Estudiantes, Ricardo Mena-Bernal, valiente y consciente del tiempo que vivía, sacó adelante la iniciativa. Ha sido su nieto Ricardo el que el pasado martes cerró el ciclo que había iniciado Enrique Henares como primer pregonero universitario. La cuadratura del círculo, de abuelo a nieto, para que todo tenga el sentido de la tan sevillana herencia cofrade. Muchos nombres han llenado la lista de pregoneros que han dejado su sencillo pero profundo pregón, el otro día volvieron a reunirse llamados por la Hermandad de Los Estudiantes y hablaban del centenario del pregón como algo que algunos ya no conocerían pero que estaban seguros de que llegaría. Hace veintiséis años un estudiante de Biología subió a la cátedra del Paraninfo de la Universidad de Sevilla y dio su pregón con la valentía que da el desconocimiento de la envergadura del encargo recibido, pero eso es sólo una anécdota de la que ya hablaremos otro día.
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