Visto y Oído
SoniaSonia
En estos días recibimos muchas noticias cofradieras pero creo que pocas como ésta que se refiere a la reordenación de parte de la Carrera Oficial para esta Semana Santa con la eliminación de algunas sillas en aras de la seguridad y el mejor discurrir de los cortejos. Como en el popular juego de las sillas, la música acaba de parar y hay que procurar no haberse quedado sin asiento. Seguro que hay abonados agraviados porque el sitio que ahora ocupen no sea tan de su gusto, pero ya es algo meritorio que ninguno haya perdido su silla, aunque la silla a partir de este año esté en un lugar diferente. Todos hemos ganado, hasta el que pudiera estar disconforme con el cambio acabará con el tiempo entendiendo lo beneficioso que ha sido para el común de los usuarios. Los pasos van a discurrir por la calle Sierpes menos encorsetados y podrán lucirse algo más y en caso, Dios no lo quiera, de emergencia, la evacuación será más sencilla. Hay que ser valientes para decidir un cambio en algo tan tradicional, como en su día lo fue Luis Rodriguez-Caso con el vallado de la carrera oficial. La Semana Santa está viva, los tiempos cambian y la Semana Santa ha sabido adaptarse desde hace cinco siglos a cada cambio sufrido.
Se cuentan los nazarenos y se mide el tiempo que tarda en pasar una cofradía por la carrera oficial con sesuda obsesión por mantener bajo control lo que el bofetón de realidad de "lo nunca visto" demuestra que no es tan absolutamente controlable. Surgen situaciones nunca vividas que muestran las costuras de este vestido de primavera que es nuestra Semana Santa y plantean entonces nuevos escenarios con distintas posibilidades. El espacio-tiempo deja de ser un concepto galáctico y se transforma en un modelo callejero a compás de tambor de la misma forma que la impenetrabilidad de los cuerpos que sostiene el principio de Pauli se ve cuestionada en la bulla que se forma delante de más de un paso.
Quedan pendientes algunos asuntos más que pulir y queda mucho análisis que hacer, falta en ocasiones perspectiva y sobra conformidad en otras, pero seguro que veremos cosas cambiar en nuestras procesiones que no llegamos ni a imaginar porque mantener un modelo barroco de protestación pública de fe es ya en si mismo un milagro. La secularización social y la caída del índice de natalidad pueden actuar en breve como contrapesos. Estaremos atentos porque, recuerden, "quien fue a Sevilla..."
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