Alma

Iniciando mi colaboración de esta cofradía de papel en una nueva, siempre nueva, cuaresma. Enormemente agradecido con mis compañeros de tramo y escritura. Con el temblor de que todo vuelve en la intuición de lo esperado. Como la emoción del infante que siempre recordará el mejor estreno de aquel Lunes Santo. El crepitar de la luz de los faroles reflejado en el metal broncíneo de las hojas abiertas del templo de San Vicente. Luego algo de los ángeles que juguetean a sostenerlos. El tono rojo del monte y con la misma cadencia acompasada por Jesús de las Penas de Pantión, al fin, la mano caída del Redentor sobre la peña. Silencio, vencejos y la tarde romántica en la collación. Hermandad mía de las Penas, tan joven siempre en su 150 aniversario este año. Así me siento en este comienzo. Como aquel niño que aprendió aquella tarde el lado correcto de la vida para no perder nunca su mirada. Como el niño que nunca olvidó que lo esperado en la Semana Santa es casi lo mismo como lo soñaste.

La noticia de la recuperación del telón de boca del Teatro Español de Madrid, donde se refería la documentación de esta pieza histórica confeccionada en la Real Fábrica de Tapices. Sus archivos hablan poéticamente de un telón de damasco de seda y alma de algodón que necesitaba de los cuidados de sus restauradoras. Aparte de apreciar enormemente esta dedicación a nuestro patrimonio. Me evocó esta preciosa descripción a modo de metáfora, el momento actual de nuestra Semana Santa. Siempre hija del tiempo. Siempre fortalecida por cambios, crisis, dificultades. Quizás –como el de estos tejidos– herida por opiniones o dejadez o desamor en su piel. Pero resistente a mil batallas. Donde todo es un permanente estado de opinión en una realidad como la de nuestra hora, líquida y efervescente. Tan poco dada a la reflexión y a actos de entrega y amor anónimos hacia ellas. Necesita del cuidado de todos. Porque su verdadera alma, frágil y hermosa, es de algodón.