Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
Pero hubo alguna vez once mil vírgenes?, se preguntaba Jardiel Poncela, a propósito de la leyenda de Santa Úrsula y las once mil vírgenes que la acompañaron a Roma antes del martirio. Y algo así se preguntará cualquier andaluz con la misma perplejidad, al ver la evolución del empleo y recordar la promesa de campaña: ¿pero hubo alguna vez 600.000 empleos?
Claro que la respuesta en ambos casos es, sencillamente, no. Las 11.000 vírgenes que peregrinaron con Santa Úrsula son el resultado de una mala traducción: eran once, pero alguien leyó undecimillia y entendió once mil en vez de undécima; y los 600.000 empleos, como se sinceró el consejero de Economía para evitar que esa cifra les persiguiera como le sucedió a Felipe con los 800.000, es el resultado de un eslogan oportunista de campaña. En fin, lo primero es un error y lo segundo un camelo electoralista.
El paro en Andalucía, allá por diciembre de 2018, estaba en algo más de 834.000 personas. La promesa de 600.000 empleos suponía comprometerse a hacer desaparecer prácticamente el paro y dejar Andalucía en pleno empleo técnico. O sea, Juanma Moreno no presumía de ser un genio de la economía, sino el genio de la lámpara maravillosa.
Y no lo era. La realidad, un año después, es que el paro ha bajado en 10.500 personas. A este ritmo, para llegar a los 600.000, se necesitaría casi sesenta años. Es decir, Juanma Moreno tendría casi 110 años. Demasiada paciencia.
Esta semana Susana Díaz le ha sacado el asunto. Lógico. Después de que el Gobierno venga apuntándose las buenas cifras de paro, era tentador ante las malas. La respuesta de Juanma Moreno fue de manual: uno, la culpa es de Sánchez; y dos, ¿dónde está nuestro IVA? He aquí el modelo de manual de cómo no dar respuesta a los ciudadanos: pío-pío que yo no he sío + un trapo sucio del rival.
El político, cualquier político, no sólo incurre en el ridículo de atribuirse las buenas cifras de empleo cuando baja el paro; sino que además remata esa actitud impúdica considerando que las malas cifras de empleo son por el contrario, siempre culpa de otro. Es la norma habitual. Después hay quien se sorprende de que la política haya llegado a niveles de descrédito del 50%.
En fin, nunca hubo 600.000 empleos como tampoco 11.000 vírgenes. Ay.
Otra pregunta más: ¿pero hubo alguna vez 537 millones de IVA? La ministra de Hacienda se acoge a que han desaparecido por un tecnicismo contable, como en la chistera de un mago, pero aquí la respuesta es mucho más sencilla: sí. Esos 537 millones existen, porque fueron pagados por los andaluces en dinero contante y sonante, euro sobre euro. El tecnicismo para no pagar sólo puede convencer a los previamente convencidos, pero a nadie más. Y la oferta de reconvertirlo en déficit tal vez sirva para apaciguar a algún barón socialista al que además le habrán doblado la muñeca en las bambalinas de Ferraz, pero a nadie más. Desde luego no a los barones del PP, que van a convertir esta trinchera en un línea óptima de fuego, porque el dinero escamoteado suscita empatía fácil en los ciudadanos.
Moreno ha hecho dos cosas inteligentes: primero, erigirse efectivamente en defensor de los intereses de los andaluces, como es su obligación; y segunda, ofrecer a Díaz ir juntos a Madrid a pelear ese dinero. Como presidente tiene la obligación moral de reclamarlo, pero también la ex presidenta tiene la obligación moral después de sus reivindicaciones a Rajoy. Moreno, claro está, sabe que la debilidad orgánica de la ex presidenta hace impensable que vaya a sumarse a la barricada del IVA contra el Gobierno. Eso va a debilitarla más.
Todo apunta a que la presión catalana va a generar agravios. Cualquier privilegio dará más eco al Gobierno andaluz mientras la oposición de PSOE y Podemos se debilita. Por eso es innecesario el show de los portavoces gubernamentales pasándose de frenada en cada intervención parlamentaria, con modos zafios más propios de un gobierno en descomposición que de un gobierno recién llegado que debe inocular ilusión. Ahora mismo parece contraproducente, pero desde luego es innecesario.
De hecho, más allá de Díaz, también Teresa Rodríguez es hoy candidata a perderse por el desagüe de la Historia. No todo es demérito suyo, aunque ella haya contribuido a ese desenlace. Los Anticapitalistas se creían guardianes de las esencias… y la consulta sobre el Gobierno de coalición Sánchez-Iglesias, rechazado por ellos, sólo dio un apoyo del 3,5% por ciento a la tesis de Teresa Rodríguez y un 95% al oficialismo de Iglesias y Garzón. Game over.
Los Anticapis, con su melancolía rebelde demasiado trasnochada, pueden abandonar Podemos, pero Rodríguez ya parece kaputt. Los números para su proyecto autónomo no dan y la bandera del andalucismo tiene muy aquilatadas sus limitaciones. Las perspectivas para la izquierda andaluza no dejan de caer, cada vez más a la deriva.
Save the Children recuperaba esta semana la cuestión de la pobreza. Una de cada cinco familias andaluzas está en zona riesgo, según la Encuesta de Condiciones de Vida que elabora cada año el INE. Además, el relator de la ONU para la Extrema Pobreza ha pasado por España, y por Andalucía, donde "la situación de los recolectores de la fresa en Huelva es peor que en un campo de refugiados" (a algunos, un reportaje de este asunto publicado por The Guardian sí que les excitó la conciencia crítica… pero contra el periódico). El relator habla del ascensor social averiado mientras las políticas de recuperación de la crisis "sólo han beneficiado a las empresas y los ricos", de la proliferación de pobres con nómina, de la inaccesibilidad al alquiler, y de otras muchas realidades "que los españoles no reconocerían" considerando, claro, que preferimos no mirar con la protección balsámica de ojos que no ven…
Las conclusiones del relator de ONU son como para avergonzar a cualquiera, si cualquiera aún se avergonzara con estas cosas. Y deja un diagnóstico que debería ser particularmente hiriente para los representantes públicos: "Los políticos españoles han fallado a las personas que viven en la pobreza" y "la pobreza en España es una decisión política". Todo esto, y el énfasis en que el sistema de protección social está roto mientras la gente vulnerable se siente abandonada, debería sacudir conciencias, de todos, ya sea la derecha que presume de eficiencia económica o la izquierda que presume de justicia social… pero en particular de esa izquierda ensimismada en tacticismos autodestructivos, muy distanciada de la realidad.
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