Abogados

La esperada sentencia de Daniel Sancho ha aligerado los minutos sobre el conflicto político perpetuo que existe en España en los informativos. A su vez esa esperada cadena perpetua sobre el hijo del actor Rodolfo Sancho nos ha puesto pie en tierra sobre la concepción de la justicia en nuestro país respecto a una nación remota en todos los aspectos.

Muchos contertulios se han quedado consternados ya que auguraban que las triquiñuelas y revueltas del equipo de abogados servirían para que éstos se salieran con la suya. Se ha pretendido enturbiar y trabar un suceso que el juez tailandés tenía planteado de forma escueta desde que tenía en su mano las pruebas policiales.

Se han venido abajo los delirios argumentales que querían cuestionar la primera versión dada por el propio condenado y a las evidencias recopiladas por la policía de allá. Desde la defensa de Edwin Arrieta, la víctima (no hay dos víctimas, como asegura el padre, el actor, en su apoquinada entrevista en Max), se pedía justicia y no venganza. Así lo ha recordado el letrado Juango Ospina, que ahora recorre firme y sereno los programas.

El abogado de la serie Marbella, en Movistar Plus +, a cargo de Hugo Silva, explica lo fácil que es tergiversar las versiones de los hechos en España. Acusados infames sacan ventaja de cualquier atenuante, incluso ficticio. Y es el equivocado camino que se ha querido aplicar desde aquí en un sistema judicial que no tiene nada que ver con el buenismo y las rendijas de Occidente. La familia de Daniel Sancho, y su abogado, Marcos García-Montes, se han equivocado de plano, por mucho ruido que quisieran insuflar. Una sensación de arrogancia que perjudica al actor, aunque se entiende que por un hijo cualquiera es capaz de todo.

El caso de Daniel Sancho proseguirá con toda su vitola de sensacionalismo y polémica. Su meollo ha quedado fijado por un juez, despejando los garabatos dialécticos y la carcasa de chisme que se ha alimentado en tantos medios españoles.