Paco Reyero

Trump y la brillante ciudad en la colina

03 de noviembre 2020 - 02:35

Estados Unidos apenas tiene el 4% de la población mundial y genera el 15% de la riqueza del mundo. El dólar es un valor universal y no precisamente por la leyenda de confianza en Dios que está impresa en los billetes.

Sobre todo el poderío económico y armamentístico, sobre la codicia y ansiedad que mueven este viejo motor humano, hay una cementada capa de conquista cultural, de ideas simples que sirvieron a Ronald Reagan, entre otros muchos presidentes, para que, en su despedida de la Casa Blanca, nos contara que "Estados Unidos es una ciudad brillante en una colina cuyo faro guía a las personas amantes de la libertad en todas partes", frase de origen evangélico, trufada con el emotivo matiz de los certeros escribas reaganistas de los años ochenta.

Esa idea genérica de identificación de la nación con valores universales de prosperidad, concordia, igualdad y libertad se ha difundido durante años, conquistando a señoras y señores de Albacete o de Málaga, de cualquier parte del mundo, incluida España, gracias al excelente manejo de Hollywood, la televisión USA y otras industrias de la seducción geoestratégica y el soft power.

Tras los dos mandatos de Obama -"la prensa sigue enamorada de Barack", escribían en The New York Times antes de su cómoda reelección de 2012-, se encaramó a la presidencia Donald J. Trump, un egomaniaco, tótem del show business, cuyo dominio de la simplificación y lo grotesco han dañado -quién sabe si irreparablemente- esta idea principal de Madaleine Albright: "Somos la potencia imprescindible".

En Trump, quien al dejar la presidencia tendría que enfrentarse a cargos criminales por su gestión en la Casa Blanca (según detallaba The Washington Post en un especial llamado El Recuento, en el que desmenuzaba los cuatro años de trumpismo, sus artimañas y sus consecuencias), han convivido la institucionalización de la falsedad, la consolidación de la mentira como una herramienta política (y sin peaje aparente ni mucho menos inmediato) y la ruptura (sin rumbo definido) con aliados tradicionales de Estados Unidos.

El presidente republicano asegura que si gana el candidato demócrata, Joe Biden, la nación "será una cárcel socialista", "con edificios donde sólo habrá ventanas pequeñas", "no habrá vacas ni otros animales" y "no se podrá comer carne". Son aseveraciones que han salido de su boca. Del mismo modo, retuitea para alimentar polémicas y debates ficticios. Por ejemplo, cuando redifundió a sus más de 87 millones de seguidores la especulación sobre Osama ben Laden, vivo y en libertad. "Retuiteo esas afirmaciones porque la gente es inteligente y sabe discernir si son verdad o son mentira", le contestó en una entrevista de la NBC a Savannah Guthrie. La periodista le dijo, ante el estupor del republicano, "la gente es inteligente pero usted es el presidente de los Estados Unidos y no el tío loco de la casa". Por contra, si él sigue gobernando, si alcanza la reelección, "la vacuna estará antes de final de año" (aunque ni él mismo sepa qué laboratorio la podrá tener disponible) y "América será más grande otra vez".

Esta patada al tablero internacional, el desprecio a socios y aliados, ha provocado desconfianza, tensión y problemas en las economías interrelacionadas. Con su motto, America First, la Administación Trump tomó desde el comienzo del mandato medidas agresivas de renegociación de los grandes acuerdos comerciales. Los tratados que han permitido prosperidad y entendimiento fueron considerados por Trump una cesión intolerable de la principal potencia del mundo, una subvención del esfuerzo norteamericano a perezosos y aprovechados. Así, cambió el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, endureciendo las relaciones comerciales y tensando los intercambios.

Sin embargo, su estrategia más abrasiva la ha practicado con la Unión Europea. Al margen del conflicto de las ayudas continentales en el caso Boing-Airbus (por el que la Organización Mundial del Comercio autorizó a la Administración norteamericana a gravar con aranceles altos productos seleccionados de origen europeo para compensar las consecuencias de las ayudas a Airbus), Trump ha sembrado cizaña y discordia con Europa, desde décadas atrás en clara (y fructífera) concordancia con Estados Unidos. Cada seis meses, la Administración norteamericana se concede la potestad de revisar la lista de productos europeos a los que castiga con un 25% a la importación. Según los datos del Instituto de Comercio Exterior de España, en el primer semestre del año, la venta de aceite en EEUU ha caído un 70%, el vino y el queso, más de un 50% y las aceitunas, un 10%

Biden se limita a señalar que recuperará el entendimiento con sus socios internacionales. Trump no va a dar marcha atrás.

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