Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Hay plazas en Sevilla que se asocian con el poder, como la Plaza Nueva. Otras relacionadas con el arte, como el Museo. Las hay estrechamente vinculadas al turismo: como las de España, el Triunfo o Santa Cruz. Está la del Salvador, desvirtuada por la movida de los bares y sin espacio para los vecinos. O la de San Francisco, enclave histórico convertido en un gran aparcamiento de motos salpicado de veladores. Y después hay una plaza que es el corazón de un barrio lleno de vida: la de San Lorenzo.
En la plaza de San Lorenzo todos hemos sido niños. Es una de esas plazas de Sevilla, tal vez la única del centro, en la que todavía se vive. Y eso pese a que en los últimos meses se han instalado dos amplias terrazas de veladores que restan espacio para el ocio y el disfrute de los ciudadanos.
La de San Lorenzo es esa aldea gala de la plazas de Sevilla en la que cada tarde, cuando el calor lo permite, se encuentran los mismos niños que comparten hermandad, o los vecinos de toda la vida que acuden a rezar a la basílica. Las personas pasan, pero la vida siempre permanece. No es una plaza más.
Pero ahora, el Ayuntamiento ha prohibido jugar a la pelota. Así lo advierten dos placas situadas junto a los azulejos del Gran Poder y las Ánimas que remiten a la ordenanza, y advierten de la multa de 120 euros, y que ya de por sí son una agresión patrimonia al propio templo. La indignación en la redes sociales no se ha hecho esperar. Porque todos hemos sido niños en San Lorenzo y todos hemos jugado a la pelota. Y lo hemos hecho sin hacer daño a nadie. Sin la más mínima protesta. Parando cuando el sacristán te advertía que iba a comenzar la misa. O cuando alguna persona se disponía a cruzar por delante de los naranjos que servía de improvisada portería. Pero ya se ve que hacen más daño los niños jugando a la pelota que la botellona, el vandalismo o esos veladores que tienen arrasado el bello pavimento de ladrillo y chino lavado de la plaza. Sólo resta que instalen un aparcamiento de patinetes.
Fuentes municipales han asegurado que las señales se han puesto porque se estaba dañando la fachada del templo y tras las reiteradas peticiones de la Hermandad del Gran Poder. Se hizo tras las comprobaciones del distrito Casco Antiguo y tras una consulta a la asociación de vecinos.
La Plaza de San Lorenzo es una plaza llena de vida. Con alma. Ya perdió su clásica estructura de salón. Y sus altos plátanos de sombra. No se entendería San Lorenzo sin sus hermandades, sin la visita al Señor, sin las campanadas que marcan el paso del tiempo... Tampoco sin los niños, la mayoría de corta edad, que se encuentran para jugar a la pelota o dar sus primeros paseos en bicicleta. No le quiten el alma a San Lorenzo. No permitan que se convierta en otra plaza del Salvador.
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