La ventana
Luis Carlos Peris
La Navidad como pata de un trípode
LA cuarentena nos permite reflexionar y aclarar ideas para la vuelta a la normalidad. Es evidente que las ciudades son de sus ciudadanos y ellos deben decidir su modelo. Dicho esto, hay que tener en cuenta otra obviedad y es que la voluntad de los ciudadanos se expresa mediante unas elecciones y son los representantes libremente elegidos los que han de gestionar esa voluntad.
En los últimos 30 años no he conocido ningún Consistorio municipal en Sevilla, fuera del signo político que fuera, que no haya luchado por convertir Sevilla en un referente turístico mundial. Todos han sido conscientes de que el turismo es la primera industria de Sevilla, la que puede generar riqueza y en consecuencia empleo.
Son muchos los que identifican turismo con ocio. El concepto turismo (según la Organización Mundial del Turismo (OMT) son “las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos a su entorno habitual durante un período de tiempo inferior a un año, con fines de ocio, negocios u otros”. Dentro de otros están los congresos, convenciones, turismo sanitario, y así un largo etcétera.
Con esta pandemia hemos aprendido, entre otras cosas, que los hoteles son útiles por muchas razones que antes no eran obvias y así, en Sevilla, hay en estos momentos 15 hoteles de gran capacidad, uno de ellos ya en funcionamiento, para actuar en apoyo de los hospitales. Cinco están abiertos para dar cobertura a sanitarios, fuerzas de seguridad, trasportistas y militares. Son muchos los recursos que el sector turismo ha donado a la comunidad, desde gorros de ducha, bolsas industriales de basura y, lo más necesario, comida para los más necesitados.
A veces es conveniente reflexionar en que el turismo no son sólo grandes instalaciones, sino que hay muchas personas, con nombre y apellidos que están al frente de pequeños negocios de hostelería y restauración que se ganan su sustento día a día levantándose en la madrugada para acostarse a media noche. Hay que acordarse de los trabajadores que directa, indirectamente o de forma inducida dependen del turismo. No son sólo los hoteles, bares, restaurantes, también lo son taxistas, coches de caballos, tiendas, comercio en general y también las empresas de mantenimiento, los distribuidores de comida y bebida, las empresas de limpieza y, como no, las constructoras que han visto cómo su actividad se mantenía haciendo hoteles y reformando edificios abandonados o en ruina, para adaptarlos a una actividad turística.
Hay que pensar en preservar lo nuestro. Sevilla es de los sevillanos y el turismo es el principal interesado en vender autenticidad, pero también hay que ser conscientes de que una ciudad tiene que generar empleo y riqueza. Sin los impuestos y el empleo de la actividad turística, el estado de bienestar que todos deseamos no es posible.
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