Francisco Andrés Gallardo

Redondel

Visto y Oído

05 de octubre 2021 - 01:57

Jordi Évole tuvo que retroalimentar su entrevista de este domingo, con una subtrama de intrahistoria con su equipo preparando el programa, para dar un tono literario y más interesante ante la insulsa entrevista con Iván Redondo. Resultado: indiferencia. El que ha sido hombre fuerte del gobierno de Pedro Sánchez hasta ayer deseaba aparecer en la tele, verse en primer plano de reojo, enseñar la patita a enemigos, detractores y afectos pero sin decir nada en realidad y crearse una campaña de autobombo de esas suyas que han sido fatales para los intereses de nuestro país. El asesor que creía vivir en El ala oeste de la Casa Blanca no tiene credibilidad ni altura para protagonizar siquiera Al salir de clase. Cuando era pequeño quería mandar en el país, o en El País, tanto da, decía. Este obseso del poder no da ni para asesor de Antonio Recio. La vida le ha dado mucho más de lo que merecía por su capacidad fantasiosa y sus ínfulas de vendedor de humo. Trabajó en Espejo público. Le hubiera ido mejor en Sálvame.

Évole atisbaba que esta entrevista tenía más nombre que sustancia y el nombre era más por el pretérito imperfecto que por lo que quería (podía) aportar. Una charla en la que el interlocutor no se acordaba de mucho y que en realidad no quería desvelar nada, para insitir, en su ego herido, en que se marchó del palacio y no lo echaron. Qué sabrán de la realidad los periodistas. La entrevista era para volver al mercado, con la vitola de tipo sagaz, profético y astuto. A ver quién puja por él, por su valía y por sus secretos.

Se confirman nuestras sospechas. Es increíble que el Gobierno bipartito se viera acunado por estas manos de perpetuas intenciones tendenciosas y ensoñaciones alejadas de las necesidades de nosotros. Los meses duros de la pandemia vinieron a acelerar la descomposición de quien se sigue sintiendo profeta de consultas, constituciones y regímenes. Fue uno de los que invocó el fantasma de la extrema derecha y la tenemos sentadita y asentadita en las bancadas. Y él, otro fantasma.

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