Gumersindo Ruiz

Razones económicas para la restauración de la naturaleza

El autor recuerda que en 50 años la abundancia de especies ha caído de forma dramática, y las consecuencias de esta tendencia no porque sean desconocidas dejan de ser posibilidades terribles

03 de abril 2024 - 17:52

El Parlamento Europeo ha aprobado una normativa para restaurar el 20% de las tierras y mares de la UE, con el horizonte de 2030, un objetivo inicial que se corresponde con la pérdida estimada de biodiversidad en Europa en los últimos veinte años. Los países miembros tendrán que elaborar planes nacionales para mejorar bosques y arbolado urbano, ríos, lagos, áreas verdes, y mantenerlas, con indicadores como el de pájaros y mariposas, para marcar el estado de los ecosistemas, así como la evolución de stock de carbono orgánico en tierras de cosecha. Ante las presiones recientes se ha excluido a las tierras de cultivo cuando se dan circunstancias excepcionales de necesidad de producción para la alimentación. La votación de 329 a favor, 257 en contra, y 24 abstenciones muestra que hay una fuerte oposición a las medidas ecológica, bien porque puede dificultar la producción, o supone un coste elevado, aunque los datos proporcionados al Parlamento señalan que no es un gasto sino una inversión, y que por cada euro da un beneficio estimado de ocho. En la comunicación del Parlamento se recogen expresamente las palabras del eurodiputado César Luena, quién presentó el proyecto y dijo que era un día importante para Europa, que se moviliza para proteger, conservar y restaurar su patrimonio natural, dando flexibilidad a los estados y respetando el sector agrario.

Encuentro en un artículo de Elisa Battaglia en Professional Wealth Management (17.1.2024), que más de la mitad de la producción del mundo depende de los recursos naturales, y no sólo alimentos, materias primas, cosmética y medicinas, sino que absorben casi la mitad de los gases de efecto invernadero, y pueden ser una defensa frente a los fenómenos atmosféricos. De ahí el interés que señala la gestora Fidelity en invertir en soluciones frente a los cinco factores de deterioro natural, que en orden de importancia son: el cambio de uso del suelo; explotación directa de recursos como el agua; cambio climático como la desertización, inundaciones o incendios que afectan a la economía; contaminación y especies invasoras. La conclusión es que se necesitan nuevos modelos de negocio e inversión en la mayor parte de los sectores económicos, en empresas que mitigan o tienen poco impacto en el daño a la biodiversidad. En la legislación aprobada por el Parlamento Europeo, se recogen cifras fabulosas como plantar 3.000 millones de árboles, o acondicionar 25.000 kilómetros de ríos, pero sólo por una fracción de esta actividad, los ingresos que proporcionaría, y el ahorro económico en forma de menor coste por mitigar desastres naturales, valdría la pena hacerlo. Hay gestoras como Lombard Odier que se dirige a la inversión privada, y otras de alcance más amplio como Robeco que desarrolla una estructura de biodiversidad para inversión en empresas concretas; y aunque es raro encontrar el criterio de biodiversidad como guía de un fondo, hay una innegable actividad inversora responsable, que contrasta con la corta y sesgada visión política del tema.

Este asunto, si se estudiara bien, debería concitar una posición conjunta en la UE. Releo el extenso informe The Economics of Biodiversity, que elaboró para el gobierno británico Sir Partha Dasgupta, económetra prestigioso en la Universidad de Cambridge, al que sólo le falta el premio Nobel, y que desde la madurez de su conocimiento elabora un modelo cooperativo, con equilibrio Nash, para el uso de recursos naturales que son en su origen de propiedad común. Recuerda el profesor Dasgupta que la riqueza de un país, que es un stock, debe medirse incluyendo los recursos naturales, y que el producto bruto (PIB), un flujo, es una medida inadecuada del desarrollo, pues podemos estar produciendo mucho a costa de liquidar nuestro patrimonio natural, y si se contabilizara la depreciación, el producto y bienestar resultante se reduciría. Es un tema clásico en economía la no consideración de la naturaleza, aire, suelo, agua, como un factor de producción que tiene un coste, una naturaleza que no puede ser considerada como algo gratuito o el cubo de basura de la producción. En el prólogo, David Attenborough recuerda que si la diversificación es la forma de reducir el riesgo en las inversiones financieras, igual ocurre con la naturaleza, pues ante enfermedades o condiciones climáticas adversas, en un ecosistema diverso algunas especies siempre son capaces de evolucionar, adaptarse y mantener su vigor. Pero actualmente el 96% de todas las especies de mamíferos del mundo es cría ganadera, y el 70% de los pájaros son gallinas, y plantea que esta concentración es un riesgo, pues ante la aparición de una enfermedad rara localizada en la ganadería o la avicultura, diezmaría los animales en la tierra. En 50 años la abundancia de especies ha caído de forma dramática, y las consecuencias de esta tendencia no porque sean desconocidas dejan de ser posibilidades terribles; y es verdad que sólo se ven los problemas cuando los tenemos encima, como ocurre con la crisis de polinización por los insectos, la degradación de suelos que se vuelven inservibles, o acuíferos que se salinizan, o se secan.

Editorial Crítica acaba de publicar la versión castellana de “La tierra transformada: una historia sin contar”, del historiador inglés Peter Frankopan, que mira a miles de años de impactos climáticos y desastres naturales. La naturaleza –sostiene– por muy independientes que nos sintamos de ella, sigue siendo parte de nuestra existencia; tiene su propia dinámica, pero los seres humanos nos hemos convertido en una fuerza desequilibradora mucho mayor que los desequilibrios naturales, y nuestra vida sobre la tierra es tan frágil que “no podemos por más tiempo -dice- seguir mirándonos a nosotros, los actores, sin comprobar cuál es el estado del escenario: la naturaleza”.

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