Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
Muere Alfredo Pérez Rubalcaba
Quiero, a través de estas palabras, unirme al profundo dolor que sienten millones de españoles ante el fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba. Lo hago como presidente del Gobierno, pero también como secretario general del Partido Socialista Obrero Español. Consciente, en este último caso, de que su talla política, humana e intelectual le hacen acreedor del máximo reconocimiento por parte de todos los demócratas, por encima de adscripciones ideológicas.
Pocas veces estará más justificado que en el caso de Alfredo el atributo de hombre de Estado para definir una trayectoria política. Ahora ya, antes de que el tiempo engrandezca aún más su figura, podemos decir que ocupa un lugar de honor en la historia de España. El lugar que corresponde, por derecho propio, a los más dedicados servidores del Estado Social y Democrático de Derecho consagrado por la Constitución. El lugar que corresponde a los arquitectos de la consolidación democrática en nuestro país, en una época llena de dificultades y amenazas de involución. El lugar que corresponde, en definitiva, a Alfredo Pérez Rubalcaba, figura crucial en la lucha contra la barbarie terrorista de ETA desde el gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.
Así lo entendió el Pleno del Congreso de los Diputados cuando, en junio de 2014, le tributó un sincero homenaje, en el día en que abandonaba su escaño en la cámara. Aquella ovación, de la que fui testigo, era mucho más que una despedida protocolaria. Era el reconocimiento explícito de nuestra democracia a un parlamentario brillante, cabal y dialogante. Pero, por encima de todo, a alguien clave para interpretar la historia reciente de nuestro país.
Su recuerdo estará siempre asociado a la consolidación de una España de derechos y libertades, abierta a Europa y a la modernidad. Y muy especialmente a su labor en defensa de la educación pública, por la que trabajó con enorme dedicación en los gobiernos de Felipe González, en un tiempo fundamental para sentar las bases de nuestro estado del bienestar.
Quiero agradecer, en nombre del PSOE, las muestras de respeto, dolor y reconocimiento que han hecho públicas las principales fuerzas políticas, ante esta sentida pérdida para todas y todos los socialistas. Son el mejor testimonio de la fortaleza de nuestras instituciones democráticas, por las que Alfredo tanto sacrificó desde una militancia que siempre entendió como una forma de servir la democracia.
Sé lo difícil que es encontrar consuelo que pueda aliviar el dolor de su mujer Pilar, de toda su familia y de sus amigos en estos momentos. Que estas palabras, y todas las muestras de merecido homenaje que están por llegar, sirvan para dar testimonio de la sincera gratitud que nuestro país siempre guardará a quien ya es uno de sus hijos más ilustres, Alfredo Pérez Rubalcaba. Un auténtico hombre de Estado, cuyo recuerdo no sólo será parte de nuestra memoria colectiva, sino un ejemplo de inspiración y compromiso con la causa de la democracia y la libertad en la España a la que dedicó su vida entera.
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