La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
Tribuna Económica
El Consejo de Gobierno del BCE toma decisiones para que tengan consecuencias, para conseguir resultados en la inflación -su objetivo prioritario- y en el crecimiento económico. La semana pasada, entre otras decisiones, acordó mantener la tasa de depósito al -0,4% y abrió la posibilidad de bajarla aún más. Para los bancos ha sido un jarro de agua helada. Reclamaban que se les suavizara esa tasa, que les penaliza por tener aparcados sus sobrantes de reservas en el BCE. Esta semana Draghi les ha indicado la solución: que les cobren a su vez a sus depositantes corporativos. El BCE quiere que la tasa de depósito del -0,4% actúe sobre la economía real en un doble sentido: forzando a los bancos a prestar y, si la trasladan, empujando a invertir a las empresas.
Los particulares -salvo si disponen de saldos millonarios- no tienen que temer que se les cobre por los depósitos, pero han de olvidarse de que vuelvan los tiempos en que eran remunerados. El límite del 0% es muy difícil de socavar, las entidades no van a arriesgarse a que la población vaya en masa a sus sucursales a por billetes para guardarlos en sus casas. Pero el escenario sí puede cambiar para las empresas, especialmente para las grandes corporaciones: aunque tengan coste, no van a dejar de tener el dinero en los bancos, necesitan operar con los depósitos.
Esto no es nuevo en Europa, aunque ahora puede extenderse y generalizarse. Actualmente los tipos negativos afectan al 5% de los depósitos totales y cerca del 20% de los depósitos de grandes empresas en la zona euro. Pero estas proporciones varían según los países. Las empresas belgas, alemanas y holandesas ya pagan por su liquidez en el 50% de depósitos. Esto no es casual, sus bancos son los más afectados con esa tasa de depósito negativa y son los que más se han apresurado en trasladarla.
La efectividad de esta tasa para influir positivamente en la economía real viene avalada por un informe publicado por el BCE esta misma semana. En él se demuestra que a las empresas que se les cobra por la liquidez, reducen sus tenencias de efectivo y aumentan su inversión en activos tangibles e intangibles. También rechaza el efecto negativo para la banca: pueden pasar las tasas negativas a sus depositantes corporativos sin que estos se les vayan. Eso sí, si son bancos sólidos, lo que induce a pensar en que aumentará la competencia, con movimientos de depósitos hacia los mejores, aunque por ello les cobren.
Las grandes empresas pagarán por sus depósitos pero tampoco podemos olvidar que están disfrutando de unos costes financieros históricamente bajos. Muchas de ellas se han beneficiado de otras políticas del BCE -compra de bonos privados- que les han llevado incluso a financiarse con tipos negativos. Así es el surrealismo financiero en el que vivimos: empresas pagando por sus depósitos y cobrando por sus deudas. La críticas les llueven al BCE. A nadie se le escapan las consecuencias indeseadas de sus medidas, y es discutible si son suficientes los resultados en relación a su enorme intervención. Pero el euro ha sobrevivido. Además, ¿cuál era la alternativa?, ¿se le hubiera perdonado que se quedara al margen?
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