Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Voces
Sueños esféricos
Los mismos sevillistas que tanto cantaron el gol de Ínigo Martínez a Oblak lamentaron con amargura el penalti de Fidel como si lo hubiera errado Ocampos. Si el Elche hubiera forzado un nuevo tropiezo del Atlético, las cuentas del sevillismo para ganar la Liga se hubieran reducido ya a dos condiciones: la primera, que barcelonistas y atléticos empaten el próximo sábado. Y la segunda... La segunda merece un punto y aparte.
Porque el hecho de que el Sevilla haya encadenado ya cinco victorias en la Liga parece hacerlo más factible. Pero hablamos de una empresa hercúlea: ganar otros cinco seguidos para elevar la racha definitiva a un treinta de treinta. Y tras jugar casi 70 partidos desde que acabó el confinamiento, con dos semanas de vacaciones entre una campaña y otra.
Este Sevilla ha convertido quimeras en cosas muy difíciles, pero factibles. Y hace que las empresas difíciles parezcan más fáciles. Ahí su gran virtud. Quizás por esa capacidad, que se nutre de su proverbial manía de no rendirse jamás, muchos aficionados lo ven con más opciones de ser campeón de Liga de lo que los números, y ojo, las capacidades de los cuatro aspirantes, inspiran.
Ese balón al poste de Fidel sólo empezará a ser trascendente para el Sevilla si gana hoy al Athletic y, sobre todo, es capaz de ganarle en Valdebebas a un Real Madrid que también está embarcado en el camino hacia el título. Si lo hace, aparecerá en las cabezas de los sevillistas la verdadera presión, la que aprieta en el estrato más alto. Y en el caso de que se dé, y no digamos si Barça y Atlético empatan, seguro que esa mayúscula presión ya hará que los sevillistas no vean tan claro ganar también al Valencia. Y al Villarreal. Y al Alavés. No es lo mismo sentirlo desde la bajura del que aún viaja en un hermosísimo sueño, que sentirlo como el que de repente se planta a tres pasos el Santo Grial. Ahí aflora el temblor de piernas. Ojalá comprobarlo. Primero, el Athletic.
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