Tribuna Económica
Joaquín Aurioles
Inventarios de diciembre (4). Desigualdad
Es muy doloroso ver la situación por la que estamos pasando en el sistema sanitario, especialmente para los que tenemos vocación de servicio público y que es fruto, entre otras cosas, de muchos años de ofrecer asistencia de calidad a la población y no cuidar a los profesionales.
En todas las facetas hemos evolucionado hacia la exigencia y no a la colaboración ni a la valoración del trabajo bien hecho. Se valora más lo que cuesta dinero y lo que mueve dinero, y es por eso por lo que actualmente nuestros niños y jóvenes tiene referentes en función del dinero que generan o que ganan y no referentes por la excelencia en el trabajo y la calidad humana.
Pero claro, cuando la humanización es vital porque es preciso ese toque inigualable de considerarnos personas, es entonces cuando de verdad la valoramos, porque estamos ante un contratiempo, en una situación de vulnerabilidad o enfermos y alguien con corazón viene a hablarte con cariño, con empatía, con cuidado, comprendiéndote y acompañándote en el proceso. De repente nos damos cuenta de lo importante que es un profesional sanitario, un profesional de las fuerzas de seguridad o un profesor de nuestros hijos que le ayuda en un momento de dificultad.
Las profesiones que llegan al corazón sólo son valoradas cuando tenemos un problema importante y alguien te ayuda y te remueve por dentro. Sin embargo, y ahora me centro en la salud por ser mi ámbito, hay una brecha entre lo que desde el sistema sanitario ofrecemos y lo que el usuario o paciente espera. A mi juicio eso ocurre porque no se ha explicado nada durante años de sus bondades y de lo que cuesta para que sea más valorado, y además seguimos trabajando de una forma antigua con una relación vertical que hoy en día está obsoleta. Las relaciones en la sociedad tienden a ser cada vez más horizontales y la comunicación rápida, comprensible y digital, y para reconectar de nuevo con la sociedad, o cambiamos o naufragamos. No queda otra.
Es necesario por esto abordar o intervenir a tres niveles en la prestación de salud. En primer lugar, el modelo siempre debe estar centrado en la persona, no en el paciente como se nos ha dicho en muchas ocasiones: la persona es el profesional y es el paciente (y me atrevería a decir también que el gestor). Nunca funcionará un sistema en donde no se cuiden a los profesionales y solo se mire por el paciente. Es esencial saber qué requieren tanto uno como otro, escucharlos y diseñar un modelo nuevo que englobe y que valore sus necesidades.
En segundo lugar, necesitamos liderazgo, tanto en la gestión a todos los niveles como en los mismos profesionales que son “motores” en su labor diaria. Hay que confiar en ellos y no seguir con un sistema de control desfasado, que se percibe desde una consulta como un yugo doloroso que no valora el tiempo y el esfuerzo que supone atender a tanta gente vulnerable. Ni son números los pacientes ni somos números los profesionales.
En tercer lugar, y no es una opinión personal porque es lo que hacemos como usuarios a todos los niveles, debemos usar la tecnología también como herramienta de ayuda para la comunicación en red, y para la cercanía paciente-enfermero-médico y la toma de decisiones. Ya veremos cómo, no vayamos a hacer la lectura errónea de que el profesional piense que no va a tener vida por seguir trabajando desde su móvil ni que el paciente piense que no va a ser atendido por un profesional y que éste va a ser sustituido por una máquina. Ese no es el objetivo. La comunicación en el sistema tiene que beneficiarse de las formas actuales que son muy ágiles y seguras, y que el paciente que realmente necesite vigilancia y seguimiento, tenga canales de comunicación que no dependan de una cita en una agenda apretada imposible de dilatar más y el profesional desconozca esa necesidad y no se le atienda o lleguemos tarde y mal. Eso crea dolor en la sociedad y percepción de que el sistema no funciona. No es así. El sistema funciona por el concepto, porque se han invertido y se siguen invirtiendo muchos recursos y por supuesto por los profesionales; pero hay que actualizarlo y enseñar el buen uso.
Por último, en la educación sanitaria que tenemos que rediseñar, es urgente buscar soluciones a un número importante de usuarios que colapsan nuestras consultas y urgencias sin dejar hueco a otros que lo necesitan. Se llaman hiperfrecuentadores. Reconozco que esto es políticamente incorrecto escribirlo, pero como profesional que conoce los entresijos, tengo que hablar claro de la problemática que sufrimos y ese es un punto difícil de abordar pero que ayudaría a la descompresión sanitaria.
Todos somos responsables de que nuestro sistema sanitario no se nos vaya al traste. Dejemos de hacer ruido político absurdo de que no funciona, no es cierto. Es muy barato echar la culpa siempre a los que gestionan, y hay mucha parte de responsabilidad a otros niveles. Lo que tenemos que hacer es entre TODOS cuidarlo. Los usuarios también.
Los pacientes tienen derecho a ser escuchados, cuidados…. Los profesionales también. Por una vez podíamos ponernos de acuerdo y ser también más empáticos con los que nos cuidan. Eso les digo yo a algunos de mis pacientes, y lo aceptan y mejoran su actitud. Lo que pasa es que nadie se lo ha dicho nunca
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