La ventana
Luis Carlos Peris
Realidad tras unos sueños infundados
Salud sin fronteras
La evolución favorable que estamos viendo en la incidencia de Covid-19 y la paulatina vuelta a una relativa normalidad, abre expectativas en todos los campos de la actividad social tanto en el ámbito económico como en el ámbito laboral y, por supuesto, en el del funcionamiento de los servicios de salud.
El gran nivel de cobertura vacunal que hemos conseguido alcanzar en España ha permitido (junto a otras medidas de control de carácter no farmacológico), estar en unos niveles de incidencia que nos lleva al nivel de riesgo bajo. Esta situación nos permite volver a muchas actividades con cierta normalidad; no obstante, hay que tener claro que todavía la circulación del virus y la posibilidad de que aparezca alguna variante en algún lugar del mundo, nos debe alertar sobre un eventual riesgo de posibles repuntes que (para evitarlos) requieren un esfuerzo por parte de cada persona las medidas no farmacológicas que sabemos que contribuye a prevenir los contagios. Es decir, uso de mascarilla, distancia de seguridad, lavado de manos y airear espacios cerrados; junto a la vigilancia epidemiológica, el diagnóstico precoz y aislamiento y logrando el maximo de cobertura vacunal para conseguir convencer a quienes aún no se han vacunado. Esta vuelta paulatina a la normalidad que ya estamos disfrutando, también se aprecia y debe apreciarse en el funcionamiento de los servicios de salud porque, aunque tienen que seguir prestando atención a las cuestiones derivadas de la prevención y de la asistencia a los pacientes de la Covid-19, tenemos que volver a retomar los esfuerzos que los servicios de salud estaban aplicando habitualmente en los problemas de salud habituales (enfermedades crónicas casi siempre) que se han visto afectados por la priorización de nuestro esfuerzo hacia hacia la Covid-19.
Las listas de espera que se han generado tanto en el ámbito de la cirugía como en el diagnóstico y el seguimiento de muchas patologías (cáncer, diabetes, hipertensión, etc.), requieren un esfuerzo organizativo por parte del sistema sanitario que incluso debe llevar a poner recursos adicionales importantes para conseguir volver a situarnos en los niveles que había a finales del año 2019, antes de la aparición de la pandemia.
La Atención Primaria tiene que volver a poder prestar los servicios con la máxima normalidad cuanto antes, haciendo factible la presencialidad de los pacientes y evitando (con la organización adecuada y con recursos extraordinarios si es necesario) listas de espera y tiempo de retraso en la respuesta asistencial.
Algunas actividades y servicios cabe plantearlos con el uso de tecnologías digitales que permitan la no presencialidad, pero el contacto ágil y rápido del profesional con el pacientes es imprescindible. Que los pacientes acudan al centro de salud sin demoras es una necesidad imperiosa. En cualquier caso, cabe pensar cómo podemos mejorar las respuestas asistenciales incorporando a la red de oficinas de farmacia en programas concretos y ampliando el número de profesionales de enfermeria y sus competencias profesionales para que el sistema sanitario sea más eficaz y más eficiente.
Finalmente, el esfuerzo de vacunar de la gripe y en lo que finalmente se decida sobre tercera dosis de vacuna Covid-19 y/o vacunación a menores si llegamos a disponer de vacuna autorizada, requiere mimar la organización y los recursos humanos necesarios para ganar también esta apuesta preventiva.
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