La ventana
Luis Carlos Peris
El nepotismo se convierte en universal
El ictus es responsable de la segunda causa de muerte en España, la primera en mujeres. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), sobre 16.000 mujeres mueren al año por esta causa en España, más del doble que por cáncer de mama y hasta 14 veces más que por accidentes de tráfico.
Además de su alta mortalidad, el ictus supone la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto, inhabilitando al paciente en el 30% de los casos para el desarrollo de las actividades básicas de su vida diaria. La repercusión sociofamiliar es aún mayor cuando ocurre en edad laboral, aconteciendo en esta
etapa de la vida en un tercio de los casos totales. Sólo el 25% de los pacientes se reincorporan a su actividad previa laboral después de haber sufrido un ictus, sin que se evidencien diferencias entre géneros.
No obstante, sufrir un ictus tiene un mayor impacto en la salud y en la calidad de vida de las mujeres al presentar un peor pronóstico funcional durante más tiempo, dada su mayor esperanza de vida respecto a los hombres. A nivel mundial, alrededor de 3 millones de mujeres mueren anualmente a causa de un ictus, perdiendo un total de 10 millones de años de vida saludable debido a la discapacidad posterior, un 44% más de años que los hombres.
El ictus femenino ocurre en edades más avanzadas, una media de 3 a 4 años más tarde que en el hombre, pudiendo coincidir con mayor número de patologías crónicas o peores condiciones físicas que afectan negativamente a la recuperación y potencian el riesgo de depresión post-ictus. En este riesgo de depresión se suma además que gran porcentaje de estas mujeres de edad avanzada han enviudado y viven su recuperación en soledad.
La mayor parte de los factores de riesgo que pueden provocar ictus, como edad avanzada, tabaquismo, diabetes, obesidad, hipertensión, afectan por igual a hombres y mujeres. Sin embargo, las mujeres, por razones biológicas, asocian otros factores de riesgo específicos que cada vez son más conocidos y
deben tenerse en cuenta para la prevención del ictus en la mujer. El primer mito a desterrar en prevención es relacionar siempre el ictus en la mujer con la edad avanzada, puesto que es necesario controlar factores de riesgo muy prevalentes, como hipertensión arterial, diabetes y obesidad, desde etapas medias de la vida de la mujer, entre los 40 y 50 años de edad. Otros factores de riesgo, íntimamente relacionados con su edad fértil, deben ser tenidos en cuenta desde edades jóvenes y a lo largo de toda la vida fértil de la mujer. Estos factores de riesgo están condicionados primordialmente por el embarazo, los cambios hormonales o la llegada de la menopausia.
En el año 2014, ante estas diferencias y la necesidad de sensibilizar y formar a los profesionales para alcanzar la máxima prevención de ictus en la mujer, las sociedades científicas norteamericanas American Heart Association y American Stroke Association, elaboraron la primera Guía específica para el abordaje del ictus en la mujer (Guidelines for the Prevention of Stroke in Women A Statement for Healthcare Professionals From the American Heart Association/American Stroke Association), con recomendaciones basadas en la evidencia científica que han dirigido nuestra actuación asistencial en esta última década. En este trabajo se recomendaban actuaciones preventivas ante el desarrollo de hipertensión arterial durante el embarazo o preeclampsia; evitar asociaciones peligrosas como consumo de tabaco y/o hipertensión arterial y uso de anticonceptivos orales, o migraña con aura y tabaquismo; y en edades más avanzadas trabajar por la detección precoz y tratamiento de un trastorno del ritmo cardiaco frecuente en la mujer, la fibrilación auricular.
Más recientemente, en este año 2022, se ha publicado en la revista British Medical Journal un extenso estudio epidemiológico sobre 600.000 mujeres realizado en 7 países (Australia, China, Japón, Países Bajos, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos), estudio que evidenciaba la asociación con dos nuevos factores de riesgo. Según sus autores, la infertilidad y la pérdida del embarazo aparecen relacionados con un mayor riesgo de ictus no mortal y mortal en etapas posteriores de la vida de la mujer. Se barajan afecciones como el síndrome de ovario poliquístico (SOP) y la insuficiencia ovárica prematura (IOP) como factores condicionantes del riesgo. Los investigadores sugieren que el control temprano de los factores de riesgo conocidos en las mujeres que han sufrido abortos espontáneos de repetición, junto con cambios en su estilo de vida (como evitar el tabaquismo o la obesidad), podría reducir el riesgo de ictus en un futuro en estas pacientes.
Es importante saber que hasta el 90% de los casos de ictus son prevenibles. Los hábitos de vida saludable son clave para prevenir el ictus tanto en hombres como en mujeres. Ante un problema de salud pública de esta índole, es vital la sensibilización e información para, entre todos crear una cultura frente al ictus de prevención, detección y actuación. Es crucial mantener a lo largo de toda la vida una alimentación sana y equilibrada, mediterránea, hacer ejercicio físico regular, evitando el sedentarismo y la obesidad, no fumar, no consumir drogas y moderar el consumo de alcohol.
Pero si llegara ocurrir, una de las claves para poder minimizar las secuelas del ictus es actuar ante la primera señal que aparezca de forma súbita a cualquier edad, avisando inmediatamente a los Servicios de Emergencias Sanitarias. Recordando el lema de nuestro Plan Andaluz de Ictus, 'Tiempo es cerebro'.
Las primeras horas, y si pudiéramos minutos, desde el inicio de los síntomas son vitales para lograr el menor impacto en la vida de todos nosotros.
También en estos primeros momentos tras un ictus se evidencian diferencias de género. La mujer tarda más en avisar cuando sufre un ictus, siendo menor el porcentaje de pacientes mujeres que llegan a urgencias en la primera hora de evolución de un ictus. Puede ser debido a la menor conciencia de riesgo vascular, en general, que tenemos las mujeres frente a los hombres, puesto que igual ocurre con el infarto de miocardio. Con este retraso puede perder la oportunidad de recibir un tratamiento intervencionista con fibrinólisis y/o trombectomía mecánica, disponibles en nuestros hospitales pero que tienen una ventana terapéutica temporal muy recortada, dentro de las primeras horas de evolución de un ictus isquémico.
Tras un ictus es muy importante continuar con la prevención, puesto que el riesgo de recurrencia de un nuevo ictus agravaría en mayor porcentaje la discapacidad de la persona afectada además de suponer un importante riesgo de mortalidad.
Al vivir más, las mujeres tienen más riesgo de presentar recurrencia del ictus, sobre todo cuando es de origen cardioembólico por la fibrilación auricular si no está bajo la protección de una anticoagulación adecuada. Estas medidas de prevención secundaria tras el primer ictus deben acompañar al paciente
durante toda su vida, con mayor supervisión y estímulo cuando el ictus ocurre en edades tempranas de la vida. Debemos fomentar en nosotras mismas y en nuestras familiares y amigas la conciencia del autocuidado y de la doble mirada, hacia las personas que cuidamos y hacia nosotras mismas.
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