El parqué
Álvaro Romero
Descensos moderados
Visto y Oído
El espíritu de la televisión como compañía en las casas (con tanta gente solitaria o que se halla sola a su alrededor, que no es lo mismo) es lo que ha vuelto a defender el consejero delegado de Mediaset, Paolo Vasile, en esta semana. La televisión ha de seguir siendo lo que ha sido. Telecinco es un bastión de ese concepto por el que se prepara una parrilla repleta de cebos y personajes conocidos, machacados desde la mañana hasta la madrugada, y con los que 'conviven' sus seguidores. A partir de las tertulias low cost, embrollos retransmitidos en directo y realities con golpes de efecto, la televisión aumenta su dimensión como guardería de adultos.
Es ahí una audiencia de mayores, sobre todo muy mayores, impresionable y que meses antes quedó cautiva por Rocío Carrasco, con su testimonio de maltrato y su culebrón doloroso de alguien que la audiencia vio crecer desde que huía de los fotógrafos cuando ella misma había huido de su casa.
Como suele pasar en ese metaverso de Sálvame, la hija de Rocío Jurado y su envoltura quedaron sobreexpuestas a fuerza de alimentar esa historia personal durante tantas noches de proyecciones. No hacía falta insistir ahora, pero números obligaban, con el inmenso desván de la de Chipiona con el se le hace evocar a su infancia a Carrasco en un Montealto (el nombre de aquella casa familiar) que agota, no sorprende y poco aporta. La propia Rocío, tan mártir y ejemplo, habitante en ese Monte Harto de recuerdos de gutapercha, debería descansar de sí misma. Y en una parrilla que da vueltas sobre sí misma Telecinco debería fijarse más en Sonsoles Ónega que en Jorge Javier.
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