La ventana
Luis Carlos Peris
La Navidad como pata de un trípode
Visto y Oído
Para aquellos que a día de hoy consideran a los guionistas un escalón, o varios, por debajo del rango de calidad de los escritores (e incluso de los periodistas), lo del premio Planeta a Carmen Mola es una lección. Una sorpresa y a la vez un espaldarazo al gremio del guion.
Los rostros de la televisión suelen ser los que más volúmenes venden. Sí, es así por puro marketing, pero estos premiados televisivos son de la ingeniería narrativa. Con madera de escritores aunque durante muchos años se hayan preocupado del ritmo de los diálogos, el tono de los actores o de la realización a veces con prisas.
El fenómeno de Carmen Mola (y de la inspectora Elena Blanco) fue creciendo hasta el descubrimiento del misterio de su trinidad sin necesidad de animar las ventas con trucos en la parrilla. Lo de Mola fue paradójicamente un fenómeno literario sin artificios aunque a partir de ahora habrá que ver sin el enigma que escondía ese nombre femenino qué será de Carmen tras quedar desvelada.
La ficción televisiva hace ya bastante tiempo que en sus mejores exponentes está a la altura del cine y de la literatura más selectos. Cuánto agradezco que la empresa que edita este periódico tenga tanta consideración a la televisión y sobre todo a la buena tele.
Ante noticias como la del Planeta se reafirma que el invento de entretener a domicilio ha ido creciendo mucho en todos los aspectos por su cuenta, al margen de prejuicios, menosprecios y malos mercaderes. Hay mala televisión pero también hay mucho talento en la buena, aunque en más de un sitio se la considere aún cultura inferior.
Jorge Díaz y Antonio Mercero, digno heredero de su padre, levantaron un edificio de años como Hospital Central, una serie renovadora y cantera. Agustín Martínez, por ejemplo, formó parte de la adaptación de Crematorio. Los tres, el alma que formaba Carmen, son certeros currelantes de la imaginación y el guion. Literatura.
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