La tele más Real del año
Mariposas de nuestra Semana Santa
Cada año, por mi condición de consejera del Consejo de Hermandades y Cofradías, tengo el honor de estar de servicio en la Santa Iglesia Catedral en Semana Santa y veo a lo largo de los días discurrir muchos niños y niñas vestidos de monaguillos con sus roquetes blancos por las naves catedralicias. Cuando llegan se escucha como un revolotear de mariposas y un murmullo infantil lleno de alegría de encanto y de ilusión infantil. Ellos, que por su corta edad no pueden vestir el hábito de nazareno, según las reglas de su hermandad. Estos niños y niñas acompañados de su pavero o pavera van llenos de ensueño y de un júbilo tierno, contagioso como unas dulces notas musicales que no trasladan a todo un cromatismo de sentimientos y de percepciones tiernas, muchas de ellas, afortunadamente, persisten en el lejano subconscientes de los adultos.
Vayan como ejemplo los monaguillos que cada Lunes Santo procesionan en hermandades como el Museo, me hechiza sentir ese susurro infantil, sus risas, y sus caritas tiernas cargados con sus canastos llenos de caramelos, dulces y estampitas de su Virgen o Cristo, mientras el pavero los cuida y tutela. Todo ello me llena de ternura materna y sobre todo de alegría al ver que nuestra Semana Santa está viva y tiene futuro, mientras existan padres y madres comprometidos en transmitir a sus hijos e hijas nuestra fe católica y nuestras costumbres más profundas dentro del máximo respeto al significado de nuestra estación de penitencia.
Por eso, digo que bendito murmullo infantil de estos niños y niñas cuyas sonrisas infantiles acompañan como mariposas de colores, alegres y gozosas al Santísimo Cristo de la Expiración en su agonía mientras en la Catedral se estaba rezando el santo rosario, en un silencio acogedor y envolvente, como si no se quisiera romper el sufrimiento de su desconsuelo, entre rosas rojas de amor y rezos de alabanza a Dios.
También te puede interesar