La ventana
Luis Carlos Peris
El bisiesto se va, pero el panorama...
Las piezas de orfebrería de nuestros templos y catedrales no son meros objetos de museo, son vehículo para aproximar a los fieles hacia Dios. Fiel testimonio de la riqueza del ajuar litúrgico son las piezas que conserva la Catedral de Sevilla, alhajas encargadas por el Cabildo, unas; sufragadas por numerosos legados, otras; donaciones de obispos, canónigos y particulares. Muchas de ellas son utilizadas durante la Semana Santa. Cálices, copones, patenas, incensarios, navetas, juegos de vinajeras, atriles… Todas ellas son el resultado de horas de desvelo de los artistas, de intentos de presentar a Dios lo mejor que tenemos.
Para los santos oficios, cabe destacar los cálices legados por el arzobispo don Francisco Javier Delgado y Venegas, o el de escuela mexicana cedido por el arzobispo Vizarrón. Al mismo tiempo, las bandejas de plata se utilizan para trasladar ornamentos de los obispos o para el lavatorio de las manos, antes de la consagración de la Eucaristía. Otra de las joyas catedralicias a la que se sigue dando uso es el sagrario de Luis Valadier, la pieza central para el monumento al Santísimo Sacramento en la Semana Santa, luciendo de manera especial en su noche de Pasión.
Debemos advertir que la plata se oxida con el tiempo en función de las condiciones ambientales. Por ello, la Catedral dispone de una planificación de la limpieza y revisión de piezas de primer nivel por técnicos especializados de diferentes empresas.
Paralelamente, los equipos de mantenimiento y sacristanía del Cabildo se encargan de poner a punto todos los frontales de altar, candelabros y demás enseres. Para ello, reciben cursos de manipulación y conservación preventiva y el correcto traslado de las piezas. Estas obras de arte de incalculable valor, que habitualmente se exponen en las vitrinas del Tesoro, tienen una finalidad: mover a la adoración del Señor y la glorificación de Dios y así debemos entregarlas a las generaciones venideras.
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