Opinión
Eduardo Florido
El estancamiento retórico de García Pimienta
El estupor, más que la indignación, se ha adueñado del PP, tanto en las filas casadistas como ayusistas. Crecientes estas últimas porque, más allá de las filias y fobias hacia la presidenta madrileña, es generalizada la idea de que cualquier tipo de conflicto se podría haber solucionado si no fuera por la actitud permanente de Teodoro García Egea de hacerse valer, o intentar hacerse valer y mostrar su poderío, creando conflictos incluso donde no los había.
Es un argumento que esgrimen la mayoría de las personas del partido que no rehúyen las llamadas de los periodistas. Recuerdan que Feijóo tuvo que pedirle a Casado que no permitiera a Egea meter mano en Galicia en los días previos a las elecciones regionales; provocó serios problemas a Juanma Moreno y a Alfonso Fernández Mañueco al celebrar sus congresos regionales porque quería imponer su criterio en las nuevas directivas; y se le considera el principal impulsor del “Ayuso no” para la presidencia madrileña del PP.
Este último capítulo, la lucha a muerte de Casado y Egea contra Ayuso, de Génova contra Sol, es lo que ha provocado la crisis más grave de la historia del PP. Porque todo el mundo recuerda también lo que ocurrió con Antonio Hernández Mancha, pero en aquel momento hubo un hombre que ya no era presidente pero sí líder espiritual del partido, Manuel Fraga, que al advertir que su partido –entonces Alianza Popular– podía desaparecer, no dudó en plantarse en Madrid, abrir un despacho justo enfrente de la sede de Génova y, desde allí, con personas de gran trayectoria y experiencia política –Cascos, Trillo, Tocino, Aznar, Lucas, Rato– organizar un congreso extraordinario para dejar atrás la etapa Mancha y elegir a un nuevo candidato, José María Aznar.
Hoy no hay un en el PP un referente aceptado unánimemente por el partido. Podría serlo Aznar, pero no ya no tiene el peso que tuvo y no parece que quiera intervenir en el conflicto, más allá de lanzar críticas a la gestión actual, críticas muy claras pero prudentes.
No se sabe todavía hasta dónde va a llegar la guerra de Génova contra Ayuso, qué ocurrirá con las polémicas cantidades que recibió su hermano, si eran legales o no, si salpican a Díaz Ayuso o si hay datos que demuestren que la operación detectivesca contra Ayuso fue contratada por Casado y Egea, o con su conocimiento. No es ningún secreto en el PP que Ángel Carromero, la persona que aparentemente estaba al tanto de la acción detectivesca y que el jueves se vio obligado a dimitir tras su reunión con Martínez Almeida es un hombre de la máxima confianza de Casado y que trabajaba ahora como coordinador del ayuntamiento madrileño, una especie de jefe de gabinete del alcalde con mucho poder porque todo el mundo sabía que era el ejecutor de los deseos del presidente nacional.
Almeida, por cierto, sale regular parado de la confrontación Casado-Ayuso, en la que nunca quiso entrar pero fue obligado a hacerlo cuando Casado dio a entender que podría ser un buen rival para disputar la presidencia del PP madrileño a Ayuso. Nunca respondió Almeida a ese anuncio pero se le ha considerado hasta ahora un hombre dispuesto a asumir cualquier tipo de responsabilidad que le encargue Casado. Que haya impulsado el cese-dimisión de Carromero indica la situación interna del PP, la lucha entre la lealtad a los dirigentes y la postura ante situaciones inesperadas que pueden rozar la ilegalidad o caer en ella.
Una situación que afecta también a la teniente alcalde Andrea Levy, miembro de la dirección nacional y presidenta del comité de derechos y garantías, que tendrá que decir sobre el expediente abierto a Ayuso. El comité determinará si Ayuso, ante el análisis de su actuación y sus declaraciones –que son las que han provocado la apertura del expediente– puede perder la militancia temporal o definitiva del partido, o la inhabilitación para ocupar algún cargo.
Si eso ocurriera, Ayuso no podría continuar en la presidencia del Gobierno regional como miembro del PP ni presentar su candidatura a la presidencia en el congreso regional, aún sin convocar porque Casado y Egea se resisten a marcar la fecha. Levy ha intentado hasta ahora no entrar en la suicida lucha por el poder. El jueves sin embargo lanzó a través de las redes sociales su apoyo total a Casado. ¿Sincero? Los cargos del partido, así como senadores y diputados, fueron conminados a expresar así su apoyo a Casado, lo que significa que la sinceridad de esos apoyos está en entredicho.
Lo que importa ahora es cómo se plantea el futuro, cómo se superará la complicada situación actual, quién puede comandar el PP. Son preguntas sin respuesta porque hay incógnitas por desvelar desde la situación de Ayuso cuando se resuelva su expediente hasta los datos sobre el dinero que ha recibido Tomás Díaz Ayuso, si es comisión como “conseguidor” del contrato por parte de una institución presidida por su hermana, lo que podría ser tráfico de influencias o, por el contrario, como explicó Ayuso, todo fue absolutamente legal, avalado por la intervención general y por la consejería correspondiente.
Segundo, habrá que ver también si Casado finalmente se aviene a celebrar el congreso nacional en julio, como corresponde según los estatutos , o pretende retrasarlo hasta un momento propicio alegando las circunstancias especiales que lo permitirían. Tercero: en el PP consideran impensable que Egea pueda dimitir o cesar. Su alianza con Casado es aparentemente indestructible, actúan como una sola voz, con una estrategia compartida y sin fisuras. Sin embargo, desde que se produjo esta crisis, no hay dirigente que no admita abiertamente que la clave está en quién va a ser el próximo presidente del partido.
Podría continuar Casado, pero es una de las posibilidades que se consideran más lejanas. Los ojos miran hacia Galicia y Andalucía, donde tanto Alberto Núñez Feijóo como Juanma Moreno cuentan con un prestigio político que trasciende sus comunidades. Como Ayuso. El nombre que circula con más insistencia es el de Feijóo, por su amplia experiencia, su capacidad para generar confianza en una comunidad en la que le votan personas alejadas del PP y que logró sucesivas mayorías absolutas.
Ninguno de los tres se ha pronunciado y se han guardado también de expresar su apoyo a Casado o a Ayuso. Hace tiempo que tanto Feijóo como Moreno, cuando les preguntaban, respondían su lealtad plena al partido y a su dirección. Punto.
Este fin de semana podría ser el de recuperación de la serenidad, pero el ambiente está tan enrarecido que no parece fácil. Entre otras razones porque a través de las redes sociales se ha convocado a militantes y votantes a pedir la dimisión de Casado ante las sedes del partido y es evidente que habrá respuesta de los afines a Casado si las concentraciones ante las sedes son considerables.
En el PP hay desazón, preocupación, tristeza y dolor. Las reticencias a Egea son muchas, y vienen de atrás, pero se mantiene el afecto a Casado. Aunque decrece a medida que se encona el enfrentamiento entre la dirección nacional y la madrileña y aparece el juego sucio. Lo que parece claro es que si hasta ahora no se pronuncian ninguno de los que son conscientes de que los ojos están posados en su persona, si se envenenan las cosas se pueden producir movimientos. No se sabe cuáles y con quienes, pero no van a quedarse de brazos cruzados si peligra la supervivencia del partido. Como decía un hombre con décadas de historia en el PP que asiste atónito y triste al espectáculo, “no vamos a permitir que nuestro partido desaparezca”.
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