Feijóo gana pero no rompe, Sánchez pierde pero no cae

Las europeas no van a determinar el futuro de la legislatura, pero dejan lecciones importantes

En Francia la izquierda se une y los conservadores destituyen a su líder por querer pactar con Le Pen

Siempre hay que mirar a Francia

Alberto Núñez Feijoo, presidente del PP.
Alberto Núñez Feijoo, presidente del PP. / Fernando Sánchez / Ep

16 de junio 2024 - 06:00

Hay quien considera que la política es cuestión de expectativas. Trasladado ese convencimiento a los resultados electorales, funcionaría la idea de que se puede ganar perdiendo y perdiendo aun ganando. De hecho, ocurre. Pero quizás resulte más práctico creer que la política electoral es también cuestión de números. La realidad siempre es muy aritmética, aunque habrá quien en momentos de conveniencia cite a Borges considerando que se le concede "un inmerecido prestigio al sistema métrico decimal" que fue lo que respondió el escritor cuando alguien le dio el pésame por la muerte de su madre a los 99 años lamentando que por uno no alcanzara los cien. Eso pertenece al campo de la psicología y la filosofía.

Pero antes de que los psicólogos y filósofos se pronuncien escribamos que el PP ganó las elecciones del domingo y el PSOE las perdió. Encadena cuatro victorias consecutivas el PP, que juega en todos los campos territoriales con cierto éxito aunque no deslumbre. ¿La cuestión es deslumbrar o ganar? Que se lo pregunten al PSOE, que contra la aritmética de las urnas gobierna gracias a la parlamentaria, que también surge, por cierto, del ejercicio del sufragio y se aplica con la lógica constitucional. Todos los resultados se prestan a tantas lecturas como cada uno quiera. Pero hay cuestiones incontestables, sin doble fondo. El PP domina el escenario electoral pero el PSOE no sucumbe. Cierto que el partido conservador ya ha apurado las últimas reservas de votos de Cs y lo tendrá difícil para grandes despegues en el futuro salvo que se comiera a su parte derecha, pero Vox, que crece, no parece dispuesta a dejarse devorar. Sánchez recibe patadas en cada cita pero continúa caminando sobre los dos pies. Hagan los números que quieran: unos tienen la razón electoral; y otros, el gobierno constitucional.

Europeas, no tan determinantes

No es seguro que las europeas arrojen demasiadas pistas sobre el tiempo que viene. No parece que sean tan concluyentes respecto al comienzo o el final de un ciclo en clave nacional ni que tengan demasiadas consecuencias directas sobre el Ejecutivo. La política en España es hace años una cuestión de espacio-tiempo. El espacio disponible en los márgenes de los partido mayoritarios, a derecha e izquierda, y el tiempo que tarda alguien en ocuparlo o en perderlo.

De momento, la legislatura va a continuar en su estado de inestabilidad estable. Zarandeada pero difícil de tumbar. Sánchez no se libra de su aspecto de pato cojo, pero sigue adelante. Y el achique de espacios a la legislatura no vendrá, si viene, de las urnas europeas sino de la crisis de la izquierda a la izquierda del PSOE y de las decisiones que tomen los independentistas respecto a la prolongación del mandato. Y esto requiere parada y fonda en Cataluña. No hubo moción de censura ciudadana a Sánchez, como pretendía Feijóo, ni hubo revolcón a las encuestas como se relamían los socialistas. Feijóo no rompe y Sánchez no cae. La carrera de traineras continúa, aunque uno cruza la meta antes que el otro. No es despreciable la cantidad de plomo que llevaba el presidente en el ala. Pero ni aun así ha funcionado la llamada a provocar un efecto demoledor electoral que lo sacara de la carretera. No obsta para que tras contarse los votos el PP haya vuelto al mismo lugar: fin de la legislatura –"a fuego lento", matizan–, y mucho "Sánchez vete ya" a un Sánchez que no parece tener intención de irse.

No ha ocurrido en España nada parecido a lo de Francia. Y pese a su derrota, el PSOE será el segundo partido en el grupo socialdemócrata detrás del PD italiano, al que ha cedido la primera posición. Por lo tanto, el PSOE es partido de referencia en Europa a estos efectos. Ese magro botín no se lo quita nadie a Pedro Sánchez.

Pasarse de frenada

Es posible que el PP se haya pasado de frenada. Suele ocurrirle. Olvida que en la moderación está la virtud. Igual con una campaña menos agresiva, con alguna coartada temática de corte europeísta –un pequeño guiño a lo que se votaba, vaya– y sin haberse mostrado dispuesto a pactar con Meloni hubiera polarizado menos al electorado. Al PSOE le va bien ese juego. De hecho, ha sido su apuesta estratégica: frentismo y reclamo del voto contra los ultras. Al final, el PP ha subido sumando los votos viudos de Cs pero no ha dado un paso en la dirección de robarle algo a sus competidores ultras. Al revés, Abascal ha subido 3,5 puntos (de 4 a 6 escaños) y Se acabó la fiesta, el exitoso juguetillo de Alvise, ha irrumpido con tres eurodiputados y 800.000 votos. No son buenas noticias para Génova. El discurso ultra tiene más espacio en España, más opciones electorales, generará más ruido y condicionará más al PP. Y en el conjunto de la UE, toda la izquierda ha caído y toda la derecha y la ultraderecha ha subido. Son datos. La mayoría posible de conservadores, socialdemócratas, liberales y Los Verdes (que condicionarán su participación a la recuperación de la agenda verde) no debería servir para aliviarse frente a los ultras. No es ningún triunfo. Debería servir para iniciar un proceso de reconducción de los errores políticos que nos han traído hasta aquí. Ese "bastión" que reclama Von der Leyen frente "a los extremos" comienza por dejarle de comprar la mercancía averiada que venden.

La derecha, menos verde

La campaña ha sido clarificadora en algunos aspectos: las dificultades del PP para zafarse del discurso ultra en materia de inmigración, de seguridad ciudadana, el pacto verde o respecto al campo, colonizado por Vox, que ha ganado incluso en pequeñas poblaciones olivareras donde antes vencía de calle el PSOE. Igual que ocurre en el resto de la UE, donde los partidos ultras de toda laya tienen un discurso que supera el lema voluntarista y táctico del PP europeo de autonombrarse "el partido del mundo rural". Von der Leyen llegó a la presidencia de la Comisión montada en el pacto verde. Cuando lo presentó lo equiparó a la llegada del hombre a la Luna. Ya ven cuánto entusiasmo. Ha terminado la legislatura metiendo en un cajón la ley contra la reducción de pesticidas y tratando de descarrilar la ley de la restauración de la naturaleza. Los populares europeos ya hablan de "pausa regulatoria" y de rebajar la ambición de la agenda verde. El falso enfrentamiento entre el ecologismo contra los trabajadores del campo sólo traerá problemas y retrasará la aplicación de medidas eficaces para evitar que el planeta termine convertido en un caldero al rojo vivo.

El tamtam progresista

Por eso al PSOE le ha funcionado la llamada de la selva. El tamtam del progresismo ha percutido bien contra los ultras, una amenaza no retórica. Aunque su crecimiento porcentual no es espectacular sí inquieta que haya ganado en Italia y Francia y haya quedado como segunda fuerza en Alemania. Pero no debería contar Ferraz como propios muchos de los votos prestados que, por añadidura, dejan seriamente lesionada a su izquierda colaboradora.

La radiografía con peor pronóstico se la han sacado al PSOE en Madrid y Andalucía, donde el PP le ha sacado 12 puntos y casi 6 de ventaja, respectivamente. En Castilla-La Mancha han sido diez puntos y cinco en Extremadura a favor de los populares. Sólo los 17 puntos que saca el PSC al PP en Cataluña compensa el global. Al PSOE sólo le queda hoy Cataluña como gran proveedor de votos (lo de granero lo decía la derecha cuando los andaluces votaban mayoritariamente al PSOE y siempre tuvo un deje ofensivo, aunque ahora el grano sea para el PP). O tapa el PSOE esas hemorragias o puede olvidarse de competir en unas generales.

Que la foto finish no les engañe

El PSOE debe mirarse bien hacia adentro. En dos años ha perdido demasiado poder territorial y los gobiernos de PP y Vox parecen haber entrado, en general, en cierta calma, espantando sobresaltos y ruidos, lo que indicaría cierta confortabilidad de cara al futuro. En el Parlamento la mayoría depende de las decisiones de los independentistas, que están a la desesperada y sólo pendientes de la aplicación de la amnistía y de cómo tratar de que Salvador Illa no gobierne.

A su izquierda, Sumar está en situación de suma debilidad, entregados a la tarea de reconstruir un artefacto político que realmente no había sido terminado de construir porque ni el calendario ni los resultados electorales ni las circunstancias ni la gestión política del mismo les han ayudado. Y la vicepresidenta del Gobierno ya no tiene poder orgánico, aunque se alumbra a sí misma hablando en singular mayestático pero con la tercera persona del singular en femenino, casi como Julio César, y lejos del plural de modestia. Podemos ha dicho que está herido seriamente pero no enterrado y va a vender caros sus votos. La disgregación de la izquierda tendrá un efecto directo en la disgregación de sus posibilidades electorales y en las de repetir un Gobierno similar. Si se odiaran un poco menos igual podrían arreglar algo, pero es que se odian mucho.

A esto sumen la agenda habitual de la crisis de la Justicia –que tiende a empeorar–, las dificultades para aprobar leyes o de las limitaciones de unos presupuestos prorrogados. Esa retahíla de hechos políticos dicen más del estado real del PSOE que los dos puntos exiguos que le ha sacado el PP hace siete días.

El resentimiento vence a la esperanza

En las campañas electorales y en la política en general los estrategas populistas utilizan varios resortes que apelan a las emociones: el resentimiento (apelan a la desigualdad, victimizando a una parte de la población y cimentando un relato contra los de arriba, las élites: es un narrativa antagónica y excluyente), el miedo (es la más eficaz de las emociones: activa los resortes más primarios, contra la inmigración, por ejemplo), la indignación (tengo derecho a estar harto, abomino del sistema y eso me faculta para casi cualquier cosa), el asco (invita a no mezclarse con el otro, exacerba las diferenciaciones), la pertenencia o el orgullo de grupo (soy parte de algo, estos son los míos y enfrente, los otros, que son diferentes y enemigos). El progresismo tiene su propia emoción base: la esperanza; hay futuro, progreso.

Todos los partidos recurren a los aspectos afectivos y emocionales negativos, que no son patrimonio de los ultras. Si bien, conservadores y socialdemócratas suelen (o solían) acompañar su discurso de una buena porción de racionalidad y de política propositiva. La diferencia es que el populismo extremo actual ha destruido la idea de la democracia como tal y han construido una relación con sus votantes basada puramente en el afecto y no en la razón. Han construido un discurso hiperbólico contra cualquier aspecto derivado del ejercicio político por los otros. La democracia es un ente imperfecto, manipulable y corrupto que sólo puede ser corregido y purificado por la acción de los líderes mesiánicos redentores, regeneradores y, por supuesto, venidos de fuera del sistema, aunque en muchos casos no se sostenga esa supuesta pureza (véase el caso de Abascal ganando 80.000 euros al año bajo el ala de Esperanza Aguirre). Es lo que llama el politólogo Manuel Arias Maldonado "el tribalismo moral de la especie".

Han tenido la habilidad de convertir a los ciudadanos "en pueblo", un pueblo que se empodera a través de ellos. La temática que combaten es variada y siempre asociada al progreso: cambio climático, inmigración, cierre de fronteras, el estado elefantiásico o el campo, el último reducto que ha de de ser defendido de los burócratas, los enemigos de los agricultores y de los aviesos ecologistas. Pues el problema en Europa –y en España– es que el miedo, el asco y el resentimiento van ganando por mucho a la esperanza. O la izquierda –que si no recupera la credibilidad no rentabilizará nada de lo que haga– y la derecha moderada –que debería dejar ya de coquetear con las ideas ultras por el miedo a perder parroquia– se zafan de ese lazo o lo que tendremos será una sociedad más dividida y en pie de guerra contra todos y contra todo, unos diagnósticos erróneos de nuestros problemas reales y, por lo tanto, soluciones estúpidas e ineficaces que no merecerán tal nombre.

Breverías

Traje a medida para Illa

Los independentistas le están haciendo un traje a medida a Salvador Illa, vencedor de las elecciones autonómicas catalanas, con un único objetivo: que no gobierne. De momento, Junts, ERC y CUP han sentado en la presidencia del Parlament a Josep Rull, ex consejero y ex condenado ahora amnistiado. El partido más votado obtiene tres puestos en la Mesa. El siguiente paso puede ser ofrecerle a Illa que presente su candidatura sin tener garantizada su aprobación –cosa que Illa no debería hacer en ese caso porque el voto de ERC a Rull no vaticina nada bueno para sus intereses– e inmediatamente ofrecerle a Puigdemont –aun en Bruselas: el juez Llarena mantiene viva su orden de detención- que presente la suya, que tampoco saldrá adelante–. El resultado más previsible tras esos movimientos sería una repetición electoral en octubre. Repetir elecciones es uno de los juegos favoritos de la Cataluña contemporánea. Huelga decir que la mesa de edad del Parlament permitió los votos de Puigdemont y Puig contra el criterio del TC. ERC votó a Rull cuando vio cómo la CUP lo haría y quiso evitar quedarse fuera del voto independentista. El tablero político catalán sigue viciado. ERC teme a Junts. El PP no va a apoyar al PSC. El PSC sólo podría alcanzar un pacto con los comunes si ERC no entra, pero es insuficiente. Esto no va ya de amnistías, que no han engrasado desde luego el diálogo y la altura de miras institucionales, va de que el independentismo sólo reconoce un poder político en Cataluña: el suyo.

El CIS bate récords

El CIS no ha dado una. Ha errado en las horquillas de todos los partidos en las elecciones europeas. Una vez más, sobreestimó los resultados del PSOE y subestimó al PP. No atinó a situar en los márgenes finales ni a Sumar ni a Podemos ni a los independentistas. Se acercó ligeramente a los resultados de Vox. Es imposible fallar tanto, ni aun queriendo. El trabajo de campo seguro que es bueno, pero la cocina estropea deliberadamente todos los platos. No se puede explicar de otra forma que en 40 de 41 elecciones haya pronosticado resultados para la izquierda por encima de los obtenidos en las urnas. El método implantado por él y del que se ufana no carbura. Igual ya ha probado bastante. Por mucho que repita que la demoscopia no es una ciencia predictiva, sus resultados huelen como el pescado con cuatro días. Si Tezanos manipula tiene delito y si su trabajo no ofrece aproximaciones razonables, su trabajo no sirve y el CIS tampoco, al menos en sus manos. Su destitución va tarde hace cuatro elecciones.

Ciotti, caput

La dirección del partido Los Republicanos –el partido conservador francés– ha destituido por unanimidad a su líder, Éric Ciotti, tras apostar por una alianza con Marine Le Pen para las próximas elecciones. “En Los Republicanos no hay sitio para traidores ni para la política barata”, es una de las lindezas que le soltaron. Ciotti va a recurrir judicialmente su destitución. Los conservadores asumen así una línea clara frente a la ultraderecha, aunque a corto plazo puede costarle una división interna y concederle, paradójicamente, más votos a Le Pen, que ya ganó las recientes europeas. En cambio, la izquierda ha cerrado con éxito un acuerdo para una lista única con los socialistas, los comunistas, los ecologistas y la Izquierda Insumisa de Mélenchon. Los bloques reaccionan, cada uno a su manera. Siempre hay que estar pendiente de la política francesa.

Bárbaros en las redes

Que las redes sociales son, la mayor parte del tiempo, un lodazal no es noticia. Ni siquiera lo es que racistas embozados las utilicen para soltar su odio y su resentimiento. La atleta Ana Peleteiro, gallega, que acaba de ganar el Campeonato de Europa en triple salto femenino, es una de las habituales de las iras de los majaretas más enfermos por el color de su piel. Igual que les ocurre a otros atletas negros o que han declarado su homosexualidad, cualquier bárbaro se cree con derecho a insultarlos como si no hubiera un mañana. Curioso ha sido esta semana el tuit de Falange Auténtica contra los otros ultras con el argumento de que el patriotismo y el racismo están reñidos. Lo menos que le han dicho a los falangistas es que se vayan a Podemos. Se cierran miles de páginas a diario por insultos y delitos de odio pero se abren el doble a la misma velocidad. Existe un protocolo, elaborado por el CGPJ, la Fiscalía general del Estado, entre otras decenas de colectivos, para combatir los delitos de odio en las redes. Pero siempre parece insuficiente y lento. Los nuevos bárbaros corren más. 

Político, periodista, agitador… víctima

La Asociación de Periodistas Parlamentarios ha mostrado su rechazo a que Vito Quiles siga ejerciendo como periodista y haciendo preguntas a los grupos tras haber ido en la candidatura de Alvise a las europeas y actuar como su jefe de prensa. Quienes confunden la política, el periodismo y la agitación no tienen problemas para meterlo todo en el mismo saco. Ni para autovictimizarse.

¿Sabe usted qué es un kilovatio / hora?

Provocadora e interesante pregunta. Se le hizo esta semana en la sesión de control la vicepresidenta Ribera a la diputada del PP Macarena Montesinos en un lance sobre la transición energética. No respondió la aludida. Igual sería muy peliagudo someter a todas sus señorías a un cuestionario de cultura general. Capitales del mundo, historia, matemáticas. Casi mejor dejarlo.

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