Europa se juega el futuro y la identidad

Las elecciones de hoy decidirán si hay un cambio nuclear en la forma de construir la UE. Están en juego retos mayúsculos: guerras, inmigración, clima, la política de defensa, la carrera tecnológica o la Europa social

Panorámica de la Eurocámara
Panorámica de la Eurocámara

09 de junio 2024 - 06:57

Los españoles tenemos una relación de cierto postureo con las elecciones europeas: el 84% se siente muy europeo, el 77% quiere más integración y el 74% apoya la ampliación, que beneficiaría a los países de los Balcanes occidentales (Albania. Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia), sometidos a un plan especial mediante un proceso de estabilización y asociación. Según datos del CIS de abril, el 83% reconoce que las decisiones de la UE nos afectan mucho. Por lo tanto, conciencia hay. Tanto que al 65% le interesan mucho las noticias de la UE pero un 58% dice que no está nada informado. Y es de temer que en el porcentaje del 40% que se considera muy informado opere el llamado sesgo de deseabilidad social, que impulsa a las personas a responder en una encuesta de manera que le haga quedar bien, parecer buena persona y coherente con los valores que se suponen aceptables.

Donde aflora con claridad nuestra relación con Europa es en el interés: el 64% cree que las cosas irían peor económicamente si estuviéramos fuera de la UE, porque es beneficioso para el empleo (73%) y para hacer negocios (77%), aunque haya división de opiniones respecto a si estar en la Unión beneficia o perjudica al precio de las cosas. Todos somos hijos de nuestras circunstancias. Si los españoles sienten el efecto benefactor europeo, los andaluces lo duplican, con claro conocimiento de lo que los fondos de cohesión han hecho por esta tierra.

Elecciones de segunda

Sin embargo, sigue extendida la creencia de que estas elecciones que convocan hoy a las urnas a 360 millones de europeos de 28 países para elegir a 720 europarlamentarios son de segunda división. Y, por lo tanto, menos importantes que las legislativas, las autonómicas o las municipales. Un estudio riguroso arrojaría conclusiones contundentes contra esa idea, pero es imposible convencernos de que lo que ocurre en las frías y lejanas Bruselas y Estrasburgo es más relevante para nuestras vidas que lo que se vota en la sala capitular de nuestras ciudades. No terminaremos de entender cómo nos va a cambiar la vida lo que suceda en la UE si las campañas electorales siguen centradas exclusivamente en la agenda nacional, como una prolongación del cansino día a día político español. Si quienes deben no elevan el nivel, nadie lo hará. Solo la prensa, muy meritoriamente, y algunos think tanks promueven la reflexión y el conocimiento. La abstención sigue siendo una amenaza notable. El desafío es mantener el 50,6% de participación de 2019, uno de los más altos de la historia.

La No Europa

Estas europeas pueden significar un punto de inflexión en la construcción europea y una redefinición del arco ideológico tradicional –que es el que nos ha traído hasta aquí– de conservadores, socialdemócratas y liberales. Las expectativas electorales de las derechas radicales, de verse confirmadas. condicionarán el futuro. Ultraderechistas, eurófobos con aspiraciones de gobernar Europa, xenófobos duros y blandos, negacionistas del cambio climático, aislacionistas, ultranacionalistas, fascistas, racistas, los que apuestan por la disolución ordenada de la Eurozona y populistas de extrema derecha, confirman una amalgama inquietante con capacidad para remover los pactos que han funcionado históricamente entre bloques divergentes y para dibujar nuevos equilibrios.

La suma de todas sus ideas –en muchos casos incompatibles entre sí– dibuja una Europa opuesta a la actual, sin cohesión, sin integración, sin moneda única, con fronteras interiores, sin políticas migratorias, prorrusa en muchos casos, aislada y capitidisminuida en el concierto global, donde y sin el apoyo inestimable de los ultras, ya le cuesta bastante a la UE tener peso específico propio. De su éxito surgiría la No Europa. Y su éxito no es solo su victoria, imposible cuantitativamente, sino su capacidad de influencia a través de pactos. Están en la ecuación tipos como Matteo Salvini, de La Liga, que no cree en la soberanía europea porque piensa que cuanto más Europa, menos Italia; y al revés. O Alternativa para Alemania, que tiene nueve escaños aspira a obtener 20, y que ha sido expulsado incluso del grupo Identidad y Democracia del Parlamento Europeo por blanquear el nazismo. O la incombustible Marine Le Pen. O los del Partido de los Finlandeses. U Orban, del que ya lo saben todo y nada es bueno. Y Vox, que ya gobierna en instituciones españolas, y que anda haciendo algo así como de nexo entre ultras buenos y ultras malos. Si todos los partidos que propugnan el fin del euro, jaulas para los inmigrantes y el fin de lo que llaman la “eco-locura” se unieran, como pretende Le Pen, serían el segundo grupo en el Parlamento europeo, por delante de los socialdemócratas. Bienvenidos a la Europa de 2024.

Guerras, inmigración, clima, defensa

Digamos que no son las mejores bases para afrontar una agenda muy determinante para el futuro de los europeos. Con una guerra interna (Ucrania), una crisis creciente cuyas consecuencias aún no intuimos (Gaza), con una posible presidencia de Trump que patearía todos los avisperos, con la crisis climática acuciante –con Los Verdes perdiendo posiciones, paradójicamente–, la política de Defensa europea como hito prioritario y decenas de retos sociales, políticos y tecnológicos extraordinarios a la espera. Un proyecto europeo debilitado sería el camino seguro hacia el fracaso en todos los retos. Básicamente porque las soluciones que proponen quienes no creen en Europa no están alineadas con las necesidades comunitarias ni con una agenda coherente y mucho menos con los intereses reales de los ciudadanos. Estas formaciones son el resultado de los errores de la UE en la gestión de la economía y sus consecuencias sociales.

De 2008 a la Europa de hoy

La crisis de 2008 dejó cicatrices en las personas y consecuencias profundas en la política. Las decisiones económicas neoliberales que tomó Bruselas para afrontarla fueron un hachazo a los estados de bienestar y a las oportunidades de los ciudadanos. La desregulación del mercado laboral, los recortes en los presupuestos públicos auspiciados por las políticas de austeridad, las amenazas de intervención de países (recuerden a los hombres de negro) y el proceso de rescate del sector financiero fue un pack letal. Supuso, además, la caída de Grecia –“pisoteamos la dignidad del pueblo griego”, llegó a admitir Juncker, expresidente de la Comisión– y la estigmatización de los países “pobres” frente a los ricos. Aquel tiempo en el que el simpatiquísimo Jeroen Dijsselbloem, ex ministro de finanzas de Países Bajos, dijo aquello tan celebrado en la prensa austericida continental: “Los países del sur no pueden gastar en alcohol y mujeres y después pedir ayuda”. Paradójicamente, hoy es España el país que más crece en la UE junto a Portugal y Grecia, mientras que Alemania y los Países Bajos sufren para salir de la recesión técnica. La memoria es flaca. Hoy seguimos pagando la factura de aquel tiempo negro, también en términos políticos y de clara amenaza al proyecto de integración europea.

La desregularización de los mercados laborales

La Unión Europea tiene desde sus orígenes la vocación de crear y abrir mercados. Pero lo fue haciendo manteniendo un equilibrio entre los mercados y la política social. La deriva neoliberal tras el crash del 2008 apostó por la desregulación y la primacía de los mercados olvidándose de las políticas sociales, que fueron severamente recortadas por los gobiernos nacionales. Las consecuencias no solo han sido negativas para la economía, el empleo y la distribución de rentas sino, como se comprueba ahora, para el mapa de ideologías europeo. En el caso de España, en cinco años sumamos cuatro millones más de parados y la tasa de empleo juvenil se redujo a la mitad, justo cuando el escudo del Estado de bienestar declinaba: la ley favoreció despidos masivos y en condiciones pírricas para los trabajadores, mermaron las coberturas por desempleo y desaparecieron la políticas activas de empleo. Se agravaron las consecuencias que ya arrastrábamos por el proceso de globalización. Solo era cuestión de tiempo que la creciente desigualdad tuviera consecuencias. Podemos irrumpió hasta los 70 diputados tras la eclosión del 15M, cuando los perdedores de estas políticas alzaron la voz y tomaron las calles. Dos años después entraría en escena Vox, hoy tercera fuerza política, aupado por el procés. El eje izquierda-derecha decayó en buena parte de Europa, el sistema de partidos se cimbreó e irrumpieron los partidos populistas.

En clave nacional

Y como estas elecciones siempre traen un reconocible sabor a política nacional, habrá que esperar a esta noche para sacar conclusiones, cuando se hayan elegido los 61 eurodiputados españoles de las 34 listas que se presentan. Las encuestas coinciden por lo general en otorgar al PP la victoria, pero con una evolución a la baja respecto a hace poco más de un mes. Si ganara el PSOE, obviamente, o aunque venciera Feijóo por un resultado ajustado desaparecería la posibilidad de que funcione la idea de que las europeas fueran una especie de moción de censura a Pedro Sanchez, como pretendía el líder popular.

A Feijóo le servía arrasar. Nada indica que vaya a ocurrir. No es buena noticia para el PP un resultado ajustado frente a un presidente que vive en la inestabilidad y afronta crisis de todo tipo. No es buena noticia porque difícilmente tendrán enfrente a otro líder tan castigado y vilipendiado, con tanto rechazo entre los votantes de derechas y sometido a procesos que tumbarían en el primer asalto a otros muchos políticos. Está bien echar órdagos –las europeas como comienzo del fin– pero en política es mejor ganarlos si no quieres que las miradas se vuelvan hacia ti.

Además, de esta semana salimos mejor informados: Feijóo está dispuesto a ser presidente con los votos de Junts. Una interesante suma de diputados, tras un año de un discurso sin matices: pactar con quienes quieren acabar con España es traición. Esa moción de censura con los de Puigdemont si se dieran las circunstancias ha dicho, advertencia que deja abierta la puerta a negar lo afirmado por el motivo que convenga y cuando interese– realinea por lo visto la legitimidad del partido del president fugat, con quien es delito y pecado. Se entenderán con el tiempo PP y Junts, es más que probable. Pero sumar en un proyecto común necesita la venia de Santiago Abascal.

La izquierda en su laberinto

Es igualmente interesante conocer en qué se sustancia la competición por los votos del mismo espectro entre Sumar y Podemos. “Pablo, Yolanda y el Frente de liberación de Judea que nadie vio venir”, ha titulado Carlos Prieto una crónica en la que resume con precisión la historia de resentimientos, cuchilladas, acusaciones de reformismo y transfuguismo que han gripado el motor de la izquierda a la izquerda del PSOE. Al igual que Feijoo tiene que llamar a las puertas de Vox para gobernar, el PSOE no puede convocar elecciones sin saber con qué suelo cuenta a su izquierda. Dramas y dependencias de difícil solución.

Vox y Alvise, una fiesta exótica

El anunciado ascenso de Vox y la posible desaparición de Cs de la cámara europea y su último reducto de presencia institucional significativa son otros elementos a revisar hoy. Después está lo de Alvise Pérez. Exotismo español. Una excrecencia del sistema: un candidato que puede sacar dos diputados porque pretende ponerse a salvo del hostigamiento judicial que provocan sus publicaciones, plenas de ofensas y manipulaciones. Un epifenómeno impulsado por las redes sociales.

Atentos estaremos, pero en todo caso es un tema de menor cuantía para lo que se está jugando Europa.

Breverías

Especialidades, contratos y buenos sueldos para los jóvenes

La oferta de títulos de las universidades han dado un vuelco adaptándose a la llamada revolución industrial 5.0. Desde el 2010 se han creado 1.700 títulos nuevos y se han extinguido 600. Especialidades como la ciencia de datos, business intelligence & analytics, ingenierías matemáticas, ingenierías en general o materias relacionadas con la ciberseguridad, la transformación digital y la ingeniería de la seguridad, mandan. Es el primer paso para garantizar el futuro de nuestra economía e industria y de proveer a los jóvenes de oportunidades. Lo segundo es que se les hagan ofertas competitivas para que no cojan el avión a Alemania o EE.UU, donde los sueldos y las condiciones en general son muy superiores. A muchos médicos, finalizado el MIR, lo que les ofrece el sistema público es ir sumando contratos de sustitución de un mes, de dos meses, bajas por enfermedades etc. Terminan cogiendo las maletas o yéndose a la privada. Mano de obra que necesita y ha formado el sistema público, ingenieros a los que se les ofrecen contratos de 1.300 euros. O resolvemos esta segunda parte o estaremos locos de atar.

Begoña Gómez, en el top

El asunto que afecta a la esposa del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, formalmente imputada por un presunto delito de tráfico de influencias y corrupción en el sector privado, ha sido el asunto más relevante en los mítines y declaraciones del PP y Vox durante la campaña de las europeas.

Tradicionalmente, los partidos de la oposición utilizan estos comicios para ajustar las cuentas al presidente del Gobierno. Esta vez la cosa ha ido a más. Y para rematar, del cruce entre las europeas y el caso de la esposa del presidente nos llevamos en el zurrón tres muestras de la creatividad de la política española: la segunda epístola de Pedro Sánchez a los españoles, una extrañísima providencia del juez que instruye el caso defendiendo su derecho a citarla en campaña y una acusación sin pruebas de Feijóo respecto a que ha sido manipulado el informe de la UCO que no hallaba indicio de delito por parte de Gómez.

Rezar el rosario en Ferraz

La calle Ferraz, donde está la sede del PSOE en Madrid, ha incrementado notablemente su tránsito desde las protestas por la amnistía que acabaron con aquel “acto festivo” según una jueza del apaleamiento y posterior ejecución de un maniquí que representaba al presidente del Gobierno. Ayer y hoy, delante de una iglesia cercana a la sede socialiosta en la misma calle, se está rezando el rosario en la calle “por España y el mundo entero”, como ya hacían muchos manifestantes los días de las protestas. El TSJM de Madrid ha autorizado el rezo junto a la sede soclista en jornada de reflexión para no vulnerar el derecho de reunión. La Junta electoral de Madrid y la Delegación del Gobierno consideraban que se enmarca en el ámbito de una manifestación política y pedían su prohibición.

Se defiende por sus organizadores que es una práctica puramente religiosa pero lo curioso es que existe incluso una web (rosarioenferraz.org) donde se llama al rezo (o la concentración) así como en decenas de lugares por todo el mundo. Rezar dentro del templo en vez de en la calle también garantizaría el derecho de reunión y libertad religiosa sin poner en duda una acción que puede vulnerar la neutralidad en jornada de reflexión. Ver cierta intencionalidad política en todo esto debe ser cosa de malpensados.

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