La ventana
Luis Carlos Peris
De cómo la cuesta nos pasa factura
Tribuna Económica
La pasada semana, el Consejo de Gobierno del BCE tenía muchos factores que considerar en la reunión donde periódicamente reorientan la política monetaria. Con ellos, lo de inflación "transitoria" se hacía difícil de mantener. No obstante, no movió ficha. En el comunicado posterior con las decisiones adoptadas se reafirmaba exactamente el mismo camino que había quedado marcado en diciembre. Pero algo sí cambió. En la conferencia posterior, Christine Lagarde, la presidenta, dejó de descartar un aumento de los tipos de interés este año. El efecto fue inmediato: la anomalía financiera en la que vivíamos -cobrar por prestar dinero- se está disipando.
Hasta entonces, Lagarde había negado por activa y por pasiva que fueran a subir los tipos oficiales en 2022. Pero qué menos que este gesto ante la tozudez de los datos. La inflación de la zona euro se situó en enero en el 5,1%, encadenándose siete meses una inflación muy por encima del objetivo por el que vela el banco central: el 2%. Y no sólo a causa del alto precio de la energía (y a ver qué depara el conflicto Rusia-Ucrania) sino también por los incrementos de precio de muchos de los productos de la canasta que se utiliza para calcularla.
También empujaba a modificar su postura la rápida recuperación del mercado laboral tras la pandemia. La tasa de desempleo europea ha caído a un mínimo histórico del 7%, y las encuestas que lleva a cabo la Comisión Europea señalan que las empresas se están quejando de escasez de trabajadores y que los incrementos salariales pueden superar el 3%.
Además, la FED, el BoE y otros bancos centrales ya han girado hacia una postura más dura en política monetaria. Como se ha dicho en estos últimos días, el BCE estaba convirtiéndose en "la última paloma en pie". La credibilidad del banco central estaba en juego, así que -imagino, que de forma concertada con el Consejo- dio el paso con esos comentarios. De nada sirvió el esfuerzo posterior de Lagarde para calmar los ánimos: los inversores dieron por terminada la época de tipos negativos.
La deuda mundial en negativo, que ascendía en diciembre de 2020 a 18,38 billones de dólares, ha descendido un 74%. Los bonos alemanes a 10 años, que han estado por debajo de 0 desde febrero de 2019, vuelven a cotizar en positivo, por encima del 0,2%. Los españoles, que también puntualmente tocaron en diciembre de 2020 (921 millones a 10 años al -0,016%) terreno negativo, han escalado por encima del 1,1%.
¡Endeudados del mundo, preparaos para mayores costes financieros! Al menos, a corto plazo. El problema es hasta qué nivel subirán, porque la sensibilidad incluso a pequeñas subidas de tipos es muy alta dado el volumen de deuda mundial, que supera el 350% del PIB global. En la medida que se eleven, se comprometerá la sostenibilidad de los Estados, sobre todo la de los altamente endeudados, y la inversión de las empresas y la demanda de los particulares decaerá, porque verán incrementada su factura financiera. La lucha contra la inflación puede hundir la economía. Inflación, deuda, tipos de interés y actividad económica: barajen. La incertidumbre, también para los bancos centrales, es máxima.
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