Rafael González Graciani

Crónica de una Trinchera Anunciada

Guerra de trincheras
Guerra de trincheras / Autoría Y Derechos De Pawel Kuczynski

27 de abril 2021 - 21:37

Cuando empieza la guerra de trincheras en los campos del Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial al albor de la defensa imperial alemana de Guillermo II, la trinchera no era ni mas ni menos que un sistema defensivo que provocaba que el conflicto armado solo se acabara resolviendo por un solo factor: el desgaste.

No advirtieron que el insoportable hedor de muerte no caería del cielo en forma de obús, sino que nacería en la propia trinchera en forma de disentería, tifus y cólera. Dadas las extremas temperaturas y las pobres condiciones sanitarias en estos paradójicos refugios, más fueron los combatientes que fallecieron por el tifus transmitido por piojos (cifrado entre dos y tres millones de muertes de soldados) que por el conflicto per se, tal como apuntó el doctor Terence Chorba en su artículo publicado en 2018: Trench Conflict with Combatants and Infectious Disease.

La trinchera como anulación de la libertad

Pues bien, volviendo a la ilusión del realismo que nos adolece cada mañana al alba; como esclavos unidos a la placenta comunal con nuestro miedo y canguelo circulando en sangre, seguimos en busca una cosa: la seguridad.

Para nuestros hijos, para nuestros padres, para nuestros abuelos, sueños, y proyectos de vida (todos distintos, todos tolerados y tolerables). Pero no buscamos la seguridad de salir a un barrio más seguro como dice Vox a la salida de la boca de metro de la Puerta de Sol (por cierto, en la quinta ciudad del mundo más segura en términos de infraestructuras según The Economist).

Tampoco buscamos la seguridad de no acabar muriendo en manos de hordas fascistas al canto de la autoafirmación romántica, la raza aria, el nacionalismo, el culto a los héroes y los líderes y la brutal opresión de las minorías, como dijo Isaiah Berlin en la Rebelión Romántica, y canta al cielo Iglesias como si la Gestapo recorriera nuestras calles mientras se abandonan espacios mediáticos como si en el patio del colegio estuviéramos.

No, eso no existe. No es real. Igual que el ‘comunismo o libertad’ o la ‘trincherita de turno’ de hoy (‘democracia o fascismo’) es un mero paripé de la realidad. Lo que si existe es la llamada a la que te someten de acudir a su trinchera. Cuando esto, no es más que la reducción perfecta de tu libertad de pensamiento (esa que cantan a los cuatro vientos) para insuflarte un superfluo hedonismo de superioridad moral que te rescate del pensamiento político perezoso que nos hace cómplices de la tribu opresora.

La nostalgia de la tribu

Por ende, nos dividen en dos bloques monolíticos ficcionales aprovechándose de lo que Sir Karl Popper tan bien ilustró en La Sociedad Abierta y sus Enemigos (1945) como la ‘nostalgia de la tribu’: “la atracción de aquella forma de existencia en la que el individuo, esclavizándose a una religión o doctrina o caudillo que asume la responsabilidad de dar respuesta por él a todos los problemas, rehúye el arduo compromiso de la libertad y su soberanía de ser racional, tocando a todas luces, cuerdas íntimas del corazón humano”.

En vez de votar propuestas racionales, nos hacen votar cuentos emocionales. Pero esto no es noticia alguna. Sobra ruido y falta reflexión. Sobra pasado y falta futuro. Sobra corazón y falta cabeza. Sobran ideologías y faltan ideas. Sobran políticos y faltan personas. Sobran historias y falta calle.

Moviendo los hilos
Moviendo los hilos / Autoría y Derechos de Pawel Kuczynski

La trampa del ‘empoderamiento’

Mientras, el Leviatán partitocrático que mantenemos como obediente tribu dormida ha hecho que 588.000 jóvenes sigan en paro (39.9%), que uno de cada tres jóvenes de 30 a 34 años no pueda irse de casa de sus padres según la Encuesta de Hogares del INE, o que casi el 40% de los jóvenes nos encontremos en riesgo de pobreza o exclusión social según el mismo Instituto. Pero oiga, nosotros, los jóvenes, seguimos empeñados en adentrarnos en las trincheras que nos van construyendo sin darnos cuenta.

Debemos como jóvenes despertar del letargo, rechazar cualquier servidumbre intelectual y moral para ejercer control sobre el ejercicio del poder y nuestras ideas. Debemos ser críticos con nuestras propias preferencias políticas y preguntarnos quién nos hace pensar esto y porqué. Debemos empoderarnos por nosotros mismos leyendo, refutando, falseando nuestros propios pensamientos y jamás dejar que ‘nos empoderen’ porque como diría Miguel Delibes “a los mayores tiranos siempre les gustó tener fama de libertadores”, y ¡qué poca razón te faltaba Miguel!

En conclusión, tenemos que dejar de pelearnos con las armas que premeditadamente nos dan los políticos y sus medios en esta arena romana que han creado ante el disfrute de su clase (la política) que sonríe desde la tribuna entre champanes y aperitivos viendo que tienen sus tributos garantizados cuatro años más. Nos tienen atrapados en trincheras peleándonos entre nosotros, cuando el enemigo está ahí fuera llevándose nuestros trabajos, nuestras empresas y nuestros proyectos vitales.

Atrapados entre trincheras
Atrapados entre trincheras / Autoría y Derechos de Pawel Kuczynski

Siempre hemos ido detrás de un cura, o con un cirio o con un garrote

Y para ello no nos queda otra que ser héroes, porque como diría el escritor Diego Gracia: “ser ciudadano libre y autónomo es más que difícil, es heroico”. Tenemos que abandonar las trincheras, porque como en la Gran Guerra, nos han vendido que nos defenderán del mal superior (ya sea fascismo o comunismo, que lo mismo es, totalitarismo) cuando de hecho, esas mismas trincheras nos acabaran matando poco a poco y de manera placentera y sutil hasta que no quede nervio civil alguno y, que decir, de alternativa al poder partitocrático.

Ya lo decía el poeta madrileño Agustín de Foxá: “Uno de los problemas de España es que siempre hemos ido detrás de los curas. O con un cirio o con un garrote”. Que el cura de hoy no lleve sotana sino chaqueta y corbata, moño o la tan apropiada ‘banderita’. Que el cura de hoy no lea un evangelio, sino un programa electoral ya sea con palabras, palabros o palabres o menas. Que el cura de hoy no te pida que comulgues, sino que twittees. Que el cura de hoy no te confiese en un confesionario, sino en las redes sociales. Eso no cambia absolutamente nada. Tu Dios sigue ahí y tú, como individuo y no súbdito, debes cuestionar si existe o no, y si lo sigues o no.

Empecemos por no creernos al mejor mago

Y todo empieza el cuatro de mayo alejándonos de las tribus que nos dicen como hablar, como comer, si eres buen español o no, si eres una mujer empoderada o no, o las que mandan balas y navajas ensangrentadas como si de un ramo de flores se tratase. Y este reformismo al que nos vemos abocados no debe ser una ingeniería utópica y holística como nos venden algunos, sino gradual como diría Popper (‘piecemeal engineering’). La utópica tiende a arrollar a sus críticos en busca de su bien común mesiánico que acaba donde empezó mientras que la ingeniería gradual lleva al camino ancho y limpio de Ortega sometido a constante escrutinio y crítica por parte de la población.

En España tribus no nos faltan, lo que sí está claro es que algunas tienen a mejores magos que otras y, por ende, una inmersión mayor del individuo en la tribu a costa de sus libertades fundamentales. El individuo no será libre, se hará libre, poco a poco (gradualmente), y el primer paso empieza en Madrid por decir que el peor de los dioses no existe. No seré yo el que te diga quién es.

Y ahora que ya suena la sirena, tú amigo, decides que trinchera coger con la esperanza de que algún día las únicas trincheras que veamos no estén en la calle, el bar, el trabajo o la clase, y estén en los museos de historia ante el orgullo del individuo libre, crítico y verdaderamente empoderado.

De la crónica de la trinchera anunciada a la otra crónica anunciada de García Márquez solo cambia una palabra, pero nosotros, jóvenes de alma, no dejaremos que nos maten.

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