Tribuna Económica
Carmen Pérez
Tarea para 2025
El sector de la educación, especialmente la educación no universitaria, ha sido uno de los que más atención ha captado durante la pandemia de Covid-19 por los efectos que han tenido las medidas de confinamiento impulsadas por el Gobierno para reducir los contagios.
En este sector, la preocupación se centró en los aspectos organizativos relacionados con las clases y la asistencia de los alumnos a ellas, dadas las consecuencias que tenían en el ámbito familiar. Sin embargo, la atención que se ha prestado a cómo el colectivo de profesores ha vivido este periodo de tensión ha sido muy escasa. Los profesores, en general y muy especialmente los no universitarios, se han visto obligados a improvisar, a adaptar los métodos de enseñanza, a aprender, y a pasar al uso de métodos virtuales. Este colectivo ha experimentado situaciones de presión emocional como consecuencia de la incertidumbre de las medidas que se estaban tomando, todo ello envuelto además en una alta tensión social.
Este momento, en el que está empezando un nuevo rebrote y se inicia la vacunación de niños a partir de los 5 años, puede ser apropiado hacer un análisis sobre las percepciones que tienen los profesionales de la educación sobre cómo han llevado y sentido la dura situación a la que han tenido que hacer frente.
Son muchas las preguntas que surgen y a las que habría que dar respuesta. ¿Cuál ha sido el nivel de estrés experimentado por los profesores? ¿Cuáles han sido sus principales fuentes? ¿Ha habido diferencias en las cuestiones previas según el género? ¿Hay factores que han ayudado o moderado los efectos experimentados?
Las respuestas a las cuestiones planteadas pueden ofrecer información valiosa sobre los efectos que han tenido las medidas y políticas adoptadas en la salud psicosocial de este colectivo. En este sentido, el trabajo realizado por la Global Future of Work Fundation y facilitado por la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, sobre el estrés en el sector educativo no universitario en Andalucía arroja información que es de sumo interés. Un primer aspecto relevante es que, a pesar de que todos los medios hablan de la crisis psicosocial provocada por la pandemia, los valores que adquiere el estrés, considerado este globalmente, tanto en el conjunto de la población analizada como en su distinción entre hombres y mujeres no llegan al valor central de la escala. Sin embargo, se aprecian diferencias en las respuestas a algunas preguntas y en que las mujeres presentan valores superiores a los hombres, tanto en la frecuencia como en la severidad con que lo experimentan.
En este sentido, cuando se realiza un análisis en detalle de cada uno de los ítems que determinan los valores del estrés, se observa que en ellos destacan, por la puntuación que toman (superiores a 6 sobre 10), aspectos como el cansancio físico, elementos emocionales, sensaciones de depresión y dolores de cabeza; todos aspectos que definen la situación de burnout (síndrome de estar quemado) de las personas. Además, como se desprende de la gráfica, todos estos elementos se manifiestan más fuertemente en las mujeres que en los hombres.
En cuanto a los elementos que determinan el nivel de estrés, la edad parece ser un factor que incide de forma significativa en los hombres, pero no en las mujeres. En ellos, parece ponerse de manifiesto que cuanto mayor es la edad, menor es la sensación de estrés y los efectos que definen el burnout. Para las mujeres esta relación no es significativa. También se ha encontrado que el cambio de método y forma de trabajo que ha supuesto la situación de pandemia, haciendo un mayor uso de métodos online, ha afectado más a los hombres que a las mujeres, pudiendo ello poner de manifiesto la mayor adaptación de ellas al nuevo entorno de trabajo.
Dos aspectos también relevantes se observan, tras el análisis de los datos. En primer lugar, el deporte se convierte en una forma de escape y de hacer frente al estrés en el caso de los hombres. Esta situación no se manifiesta en las mujeres, ya que realizan o recurren en menor medida a esta actividad, quizás porque ni siquiera han encontrado tiempo para ello. El segundo punto relevante que muestran los datos es que los hijos y el tener personas dependientes incrementan los niveles de tensión y los factores determinantes del burnout en las mujeres, pero no en los hombres. El análisis conjunto de estos dos elementos podría llevar a pensar que mientras los hombres han descargado su estrés haciendo deporte, las mujeres se han quedado al cuidado de sus allegados.
En definitiva, el tratamiento de la información suministrada por los profesores andaluces que responden a las encuestas facilitadas, ponen de manifiesto la importancia del género en el análisis de la situación o efectos padecidos por la pandemia. La sensación de estar quemado en el trabajo, se ha demostrado en el colectivo de profesores de educación no universitaria, pero tomando una mayor fuerza en las mujeres. Ello, podría invitar a la reflexión sobre la necesidad de tomar o diseñar medidas o políticas específicas y no genéricas.
La incorporación de métodos de enseñanza nuevos, basados en el uso de herramientas online parecen invitar al diseño de programas de formación. Programas que permitan la adquisición de las competencias que estas nuevas tecnologías requieren y que en muchos casos no van a ser coyunturales sino estructurales.
Por último, no puede olvidarse la desigualdad que hay en cuanto a los efectos que ha tenido en el contexto familiar las nuevas formas de trabajo on line, fruto de la dependencia que suponen los hijos y las personas dependientes para las mujeres. Este aspecto no solo tendría una implicación en cuanto al diseño de políticas públicas sino también en cuanto a la necesidad de un cambio cultural en las relaciones familiares: compartir hijos y personas dependientes.
Autores: Ana Pérez-Luño. Catedrática en Organización de Empresas en la Universidad Pablo de Olavide. Miembro del Inn-Lab: Centro Propio de investigación en Innovación, Emprendimiento y Empresa Familiar. Universidad Pablo de Olavide; Ramón Valle Cabrera. Catedrático de Universidad. Profesor Emérito Universidad Pablo de Olavide. Patrono de la GFWF y miembro del Inn-Lab, y Simon Dolan. Presidente de la Global Future of Work Fundation (GFWF)
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