Conversión

14 de marzo 2019 - 02:31

Dime, Sevilla. ¿Cómo es el paraíso? No te lo guardes, dímelo. Sé a ciencia cierta que conoces como es. Has podido verlo con tus propios ojos, contemplado la belleza de ese lugar que anhelamos y soñamos. Dime Sevilla, no te lo calles. Tu cara y tu mirada son distintas, desde el pasado lunes. Lunes que parecía el viernes en el que por tus calles discurrió una promesa entre faroles, una luz, una mirada. Tres clavos sostienen el erguido inicio del vuelo de la salvación. Mayestático lábaro de esperanza y perdón. Luz de Viernes Santo, para un lunes de marzo que nunca será igual. Y una promesa por tus plazas. Te prometieron el paraíso, yo lo sé. Esos labios entreabiertos, silenciando las calles por las que pasaban, recitando esa promesa.

¿Cómo es el paraíso prometido, Sevilla? No éramos Dimas los que aguardábamos al Señor, con todo perdido y nada por ganar. La dulce mirada del pescador iba por las calles ganando almas, mirada de misericordia y de esperanza; mirada entreabierta de dulce búsqueda. Mirada de luz, porque la conversión es la luminaria que nos alumbra, la llama radiante que muestra esa verdad que el corazón intuye. La conversión nace de ese encuentro con Aquel que viene en tu búsqueda; Quien te llama por tu nombre, con solo su mirada y sale a tu encuentro con el formidable escorzo de su cuerpo. Un Cristo en salida, buscando almas en conversión. Cristo hablando en plata. Plata de cruz de guía, plata de potencias y casquillos de su cruz, bastidor de la red de su conversión.

La Cuaresma toda concentrada en una imagen. En un lugar y en un momento. No somos Dimas, somos más bien Zaqueos, subidos a los sicomoros de nuestras historias, nuestras seguridades y comodidades. Cristianos bajitos en una tarde de lunes, que parecía viernes, recibiendo una promesa pagadera con el cambio propio. Bájate, quiero celebrar esta Pascua contigo. Conversión con la mirada, con el eco de una promesa. Dime, Sevilla, ¿cómo es el paraíso?

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