La ventana
Luis Carlos Peris
La Navidad como pata de un trípode
Andamos preocupados por la deshumanización, por la falta de sentimientos y la crueldad que el ser humano es capaz de tener con un semejante. Pero a mí también me preocupa el extremo contrario 'la humanización' es decir convertir a semejanza humana lo que nos rodea. Lo estamos viendo con los animales de compañía, pero también ha llegado a la escala de lo alimentario. Esto es así, porque nuestros hijos se han criado, con Bambi, Bugs Bunny, el pato Lucas o Donald, con Porky Pig o su nieta Pepa Pig. Todos ellos animales que, en la relación ancestral del hombre con ellos, eran criados para ser comidos. Pero ahora no sólo les hemos dado nombre, sino habla y sentimientos: los hemos convertido en "humanos" y el comerse a un ser humano se llama "antropofagia" y se considera repugnante en prácticamente todo el mundo. Bueno lo es ahora, pues desde Atapuerca, hasta relatos de cualquier confín del planeta en épocas pretéritas, encontramos que el hombre ha comido al hombre y a la mujer(sin metáforas).
Pero volviendo a nuestros queridos amigos los animales, pónganse en situación de proponerle a sus hijos que se coman un filete, que resulta que puede ser un familiar de Pepa Pig, o de la vaca de Milka, a la que también algún día le tocará desvieje en cualquier cadena hamburguesera.
Posiblemente si yo me hubiese criado ante esos condicionantes, sería vegano. Aunque el ser humano se puede adaptar a no tomar ningún alimento de origen animal, no olvidemos que nuestra naturaleza es omnívora, con una necesidad fisiológica de una cantidad de vegetales importante en nuestra dieta. También es cierto que el componente cárnico es más bien carroñero, pues ni tenemos fisiología de carnívoros y preferimos, y digerimos mejor, la carne poco fresca (una vez pasado el rigor mortis, al menos). Amén de 10.000 años tomando leche (donde se podía) y pescado.
En el extremo opuesto, tenemos el afán de los comercializadores de alimentos, de alejar la imagen del animal de origen, respecto al alimento consumido, emblistándolo creativamente, loncheándolo, e incluso preformando figuras imaginativas que no recuerda en absoluto al animal del que proceden. Esto lleva al más absoluto desconocimiento de muchos niños del origen de sus alimentos, lo cual tampoco es deseable.
Es necesario buscar un punto de equilibrio para que nuestra comida siga manteniendo el simbolismo que le corresponde y aplicar métodos pedagógicos adecuados para que nuestra alimentación sea completa y sin traumas.
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