La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
El hígado es uno de los órganos más grandes del cuerpo y está situado en la parte derecha del abdomen, debajo de las costillas. Entre sus funciones están eliminar las bacterias y virus, depurar las sustancias tóxicas de la sangre o producir la bilis, esencial para la digestión. Pero a veces el hígado, por diferentes causas, entre las que destacan el consumo excesivo de alcohol y la hepatitis C, deja de funcionar correctamente. Es lo que se conoce como cirrosis hepática, responsable de unas 800.000 muertes al año en todo el mundo.
Tal y como recoge la Clínica Universidad de Navarra, se trata de la consecuencia final de muchas enfermedades crónicas que producen inflamación del hígado: cuando su estructura y sus tejidos están tan dañados y llenos de cicatrices que el órgano no es capaz de realizar sus funciones.
En las fases iniciales, los pacientes pueden no tener síntomas, pero poco a poco aparece el cansancio, la falta de apetito, molestias digestivas, y la pérdida de peso y masa muscular. En fases avanzadas los síntomas como la desnutrición o las hemorragias internas son tan graves que impiden al paciente llevar una vida normal, apareciendo síntomas como la ictericia, cambios en la piel, y retención de sal y agua. En ese caso, cuando la enfermedad es irreversible, el único tratamiento definitivo es el trasplante hepático, que se realiza en los pacientes en que se estima una supervivencia menor de dos años y en los que no existe contraindicación para realizarlo por otros motivos.
Por otra parte, una de las enfermedades estrechamente relacionadas con el alto consumo de alcohol es la cirrosis, que afecta en España a entre el 1 y el 2 por ciento de la población, y es más frecuente en varones mayores de 50 años.
El doctor José Luis Calleja, especialista en Aparato Digestivo, jefe de Servicio de Gastroenterología y hepatología del Hospital Puerta de Hierro y del Hospital la Luz, en Madrid, me comenta que "no se debe abusar de las bebidas alcohólicas ya que pueden causar muchas enfermedades distintas".
La cirrosis como tal carece de tratamiento médico específico, dado que es irreversible. Por este motivo, llevar un estilo de vida saludable es clave para convivir con ella y la dieta es fundamental para controlarla. La enfermedad hepática puede afectar la absorción de alimentos y la producción de proteínas y vitaminas. Por lo tanto, la dieta influye en el peso, apetito y en las cantidades de vitaminas presentes en el cuerpo.
Se deben evitar grandes volúmenes de comida, fraccionando la dieta entre cinco y seis tomas a lo largo del día (desayuno, media mañana, comida, merienda, cena…). Los expertos recomiendan reducir la cantidad de proteína animal, comer frutas y vegetales, así como proteína magra como leguminosas, pollo y pescado, evitar los mariscos crudos y limitar el consumo de sal, ya que puede empeorar la acumulación de líquidos y la hinchazón en el hígado. Es lo que hay. Seguro.
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