Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
La cofradía universitaria, que esta tarde sale para renovar su compromiso con la fe y la cultura de la ciudad, está cumpliendo cien años. Aquel 1924 fue de la unión de los sentimientos religiosos y del mundo de la universidad, todavía en manos de las élites y con la ariscaleña María Teresa Salazar Bermúdez como una de las escasas féminas que ocupaban sus aulas. Lo ha comenzado a celebrar con un quinario catedralicio, evocando aquellos años en los que, gloriándose de ser Ilustrísima Hermandad, visitaba la Magna Hispalensis y ofrecía al Niño Jesús del Sagrario la presidencia honorífica de su Mesa de Gobierno junto a las varas de cargo y el Libro de Reglas.
En otro barrio será la imagen de María Santísima del Dulce Nombre la que, desde San Lorenzo, nos devuelva a los felices años 20, cuando en pleno despertar creativo de Castillo Lastrucci, dio a la barroca cofradía de Jesús ante Anás una impronta nueva. Eran tiempos de metamorfosis urbanas, sociales y artísticas, y la cofradía del antiguo Beaterio no quiso quedarse atrás. Hoy veremos por las calles a su Dolorosa, estrenada hace un siglo, evocando su primera vestimenta, aquella que Antonio Amians realizó por encargo de los cofrades con esa regia naturalidad que marcaría un antes y un después en diversas corporaciones, creando un singular estilo.
Corría el año 1924, y en San Benito sus cofrades daban el paso de gigante: encargaron al propio Castillo el nuevo misterio de la Presentación de Jesús al Pueblo, que estaría terminado, tras diversas dificultades, para la Semana Santa de 1928. Comienza así la conmemoración de su hechura en unos años fundamentales para el taller del torero de la calle Quesos, que se quedó en toreador de la muleta del barro y del estoque de las gubias con las que dio forma a tantos sueños perdidos y recién nacidos en las cofradías de toda España. Un año de centenarios, dando gracias en este Martes Santo al tiempo por regalarnos la vida y la memoria.
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