El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
EL reciente compromiso de abono, por parte municipal, de la tercera anualidad del convenio para la restauración de la iglesia del monasterio de Santa Clara, suscrito con el Arzobispado sevillano, ha vuelto a traer a la actualidad la necesidad de continuar con la rehabilitación de tan importante monumento, hoy solo a medias recuperado. Es preciso recordar que, sin contar la iglesia, más de la mitad de la zona conventual se encuentra prácticamente en ruinas y a la espera de fondos para su rehabilitación.
Entre esa mitad se encuentran las principales estancias del palacio del Infante don Fadrique, las recoletas viviendas “de particulares” o la mitad segregada de los primitivos dormitorios con su cubierta y sus interesantes canes zoomórficos. Pero me quiero referir a una estancia hoy olvidada pero cargada de historia y belleza: la primitiva iglesia del monasterio que todavía permanece en su integridad.
Cuando, en 1290, la Comunidad toma posesión del antiguo palacio, su primera necesidad es acondicionar un espacio para capilla. Elige para ello una estancia principal, situada al norte del patio medieval, en posición simétrica del último espacio (quba) recientemente rehabilitado en el costado sur. Conforman, entonces, un espacio rectangular orientado a Levante y, siguiendo la tradición franciscana, van cubriendo sus paredes con numerosas y sucesivas pinturas al fresco. Durante más de trescientos años utilizan esta iglesia como centro de su vida conventual, dejando en sus muros las huellas del paso de tan prolongado espacio de tiempo. La erección, a inicios del XVII, de la nueva iglesia, relegó a esta más primitiva a un nuevo uso como Sala de Profundis o enterramiento, función con necesidades iconográficas seguramente muy distintas de las anteriores representaciones murales. Tal vez por esto, así como por las epidemias, y los cambios en los gustos estéticos, aconsejaría encalar las paredes ocultando las imágenes preexistentes. Posiblemente por ello la estancia ha llegado hasta nosotros totalmente encalada, a excepción del frontal del lado del Evangelio, ocupado por una imagen de la Virgen de la Antigua, que ha sido respetada a lo largo de los siglos.
Pese a las sucesivas capas de cal, el paso del tiempo, la humedad que va descascarillando el revestimiento y, sobre todo, por el programa sistemático de un millar de catas paramentales que llevamos a cabo durante la primera fase de rehabilitación del convento, ha permitido sacar a la luz una amplia muestra de las pinturas medievales que permanecen ocultas: rostros de ángeles, apóstoles, retazos de arquitecturas prerrenacentistas, etcétera, se asoman a las pequeñas ventanas, sugiriendo diversas escenas evangélicas (Epifanía, Pentecostés...). Todo un repertorio que, presumiblemente, ha de ocupar la totalidad de los muros de esta primitiva iglesia configurando una especie de “Capilla Sixtina” medieval. Los rasgos de las figuras que se entrevén son de gran calidad y se relacionan con similares del siglo XV de la zona levantino-catalana de las que existen muy escasas muestras en nuestra zona por lo que su restauración y recuperación vendría a llenar un hueco existente en nuestra historiografía del arte.
Las imágenes que ilustran el presente artículo fueron tomadas hace ya quince años por lo que, por el tiempo transcurrido sin intervenir, estas pinturas ya deben haberse degradado y perdido gran parte de su fuerza y colorido. Pero hay que evitar que eso suceda con el conjunto de pinturas murales que cubren la totalidad de las paredes por lo que es urgente acometer su completa recuperación y restauración. Para poder acometer estos trabajos con prontitud concurren aquí varias circunstancias favorables.
Primera, la estancia ya ha sido investigada arqueológicamente y se encuentra completamente consolidada estructural y constructivamente, a falta solamente de solería e instalación eléctrica. Por tanto el presupuesto preciso para su rehabilitación ha de ser asequible, dado que la partida más significativa será la de la mano de obra de los técnicos restauradores. Como además esta dependencia no se encuentra alejada ni es de difícil acceso desde las zonas rehabilitadas, puesto que tiene entrada directa desde el patio principal, se puede incorporar, una vez restaurada, de forma inmediata al circuito de visita del convento.
El Ayuntamiento, que compró el convento hace veinte años para salvarlo de la ruina, no puede permitir que sus espacios más valiosos se degraden y pierdan, mientras siguen permaneciendo desconocidos y ocultos para los sevillanos.
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