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Tribuna Económica
Ayer se celebró la última reunión del año del Consejo de Gobierno del BCE. Los síntomas en Europa estaban tan suficientemente claros –los precios se han enfriado más y la economía se ha debilitado más desde la última reunión–, como para que la decisión de mantener los tipos de interés estuviera cantada. Así, los tipos de interés de las principales operaciones de financiación, de la facilidad marginal de crédito y de la facilidad de depósito de nuevo permanecen en el 4,50%, 4,75% y 4,00%, respectivamente. Y en esa meseta seguirán durante el tiempo que sea necesario.
El BCE ha sido cauto y ha buscado deliberadamente rebajar la euforia de unos mercados ansiosos por que empiecen los descensos, como se refleja en la negociación a futuro en los mercados monetarios. Las apuestas se reparten entre los que creen que la primera bajada sea en marzo y los que la demoran a junio. También hay diversas posturas sobre la rapidez con la que se sucederán: algunos analistas incluso adelantan cinco descensos para el año que viene. Sin embargo, aunque parecen descartarse nuevas subidas –se ha suprimido la coletilla de que el BCE está abierto a volver a elevarlos si así las circunstancias lo exigieran–, de cuándo comenzarán las bajadas, Christine Lagarde no ha dicho ni mu: “dependemos de los datos, no del tiempo”.
Además, el BCE ha reforzado la política monetaria restrictiva en lo que se refiere al programa de compras de activos PEPP, avanzando en la normalización del balance del Eurosistema. Este programa se puso en marcha con la pandemia y ha llegado a acumular 1,7 billones de euros. Sirvió para ese roto, pero también ha servido para otro descosido: eliminar el posible riesgo de fragmentación financiera a consecuencia de las vertiginosas subidas de tipos de interés. En este sentido, terminado el peligro, de la afirmación de que las reinversiones se mantendrán hasta al menos finales de 2024 se ha pasado a que seguirán el primer semestre de 2024, cesarán parcialmente en el segundo para reducir la cartera del PEPP en 7.500 millones de euros mensuales, y finalizarán totalmente a final de 2024.
Para el BCE, la evolución de dos asuntos será clave. El primero es la evolución de los costes laborales, que constituyen el primer catalizador para enquistar o elevar la inflación subyacente, la que más preocupa al banco central, y que sigue demasiado elevada. El segundo es la evolución del precio de la energía, que sorprendentemente no se ha disparado con la guerra entre Israel y Palestina, como suele suceder en cuanto se desata un conflicto en Oriente Medio.
En cuanto a los otros bancos centrales que han tomado decisiones esta semana, ayer el Banco de Inglaterra se movió en línea con el BCE: no movió los tipos y mostró el mismo tono de cautela. Y, el día anterior, aunque la Reserva Federal, FED, también mantuvo tipos por tercera vez consecutiva, las declaraciones de su presidente, Jerome Powell, fueron mucho más complacientes. En su discurso hubo varias señales de una mayor disposición a bajarlos pronto, sobre todo, cuando reconoció que los recortes de tipos se mencionaron en la deliberación previa. A ver los mercados a qué se apuntan.
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