La ventana
Luis Carlos Peris
Realidad tras unos sueños infundados
EL BBVA está intentado por segunda vez una fusión con el Banco de Sabadell. La primera, en 2020, se frustró en apenas 11 días, porque no se llegó a un acuerdo en la ecuación de canje de acciones. No recuerdo que el Gobierno de entonces, el mismo que el actual, mostrase objeciones. Lo que ahora resulta extraordinario es que dos ministros del Gobierno hayan anunciado la decisión de oponerse a esta operación, principalmente el de Economía, aunque han sido algunos más los que han creído que tenían algo que decir –fue inefable la alusión a la pérdida de empleo femenino–.
El Gobierno tiene que autorizar la operación, claro está, pero antes ha de ser analizada y evaluada por parte de varias instituciones: CNMC, DG de Competencia de la CE, y Banco Central Europeo. No parece que el Gobierno haya tenido conocimiento anticipado del asunto y, en consecuencia, no habrá podido estudiarlo, por lo cual su anuncio de no autorización se debe sólo a razones políticas. Nos encontrábamos en plena campaña electoral catalana y no era cuestión de incomodar a dos de sus apoyos parlamentarios. Uno de los candidatos, por cierto, no tuvo reparo en defender la necesidad de un banco de “obediencia catalana”, algo insólito pero fiel reflejo de la forma de pensar que condujo al desastre a no pocas cajas de ahorros. De hecho, sólo han sobrevivido las más resistentes a la injerencia política, y es cierto que en las cajas había un problema de fondo muy serio: la indefinición del propietario, ya que carecían de accionistas. Pero este problema no existe en el caso BBVA-Sabadell y los que tienen que decidir son sólo los propietarios del Sabadell. El libre ejercicio de su derecho de propiedad sólo puede estar limitado en el caso de que la operación cause una externalidad negativa no aceptable; es decir, una disminución real y significativa de la competencia entre entidades financieras, que es lo que tendrá que ser evaluado.
Lógicamente, desconozco las razones por las que BBVA ha planteado esta fusión. No supone un desembolso de efectivo al pagarse con acciones, de forma que no se reduce su capacidad crediticia, pero tampoco abre la vía a nuevos mercados, dado que el Sabadell tiene sus operaciones enfocadas en España: 78% de sus activos, frente al 56% del BBVA en abril de 2024, y ambos actúan en segmentos de mercado similares o muy próximos. Tampoco parece haber una explicación en función de diferentes presencias territoriales muy diferentes. Quizá una razón sea que considere necesario aumentar su dimensión y que el crecimiento orgánico no sea la vía más eficaz para ello. Algunos analistas han manifestado que la causa podría deberse a las expectativas que BBVA tenga sobre el futuro a medio plazo de dos de sus principales mercados internacionales: Turquía y México. Sin embargo, en México han captado más de 5 millones de nuevos clientes en 2023, sobre todo gracias a su banca digital, y en la presentación de resultados del primer trimestre de 2024, su consejero delegado ha anticipado que en ese país el crecimiento del margen de intereses será superior al 5% (“un dígito alto” fueron sus palabras) y que el crecimiento crediticio será de dos dígitos. Lo cierto es que los resultados del banco en ese trimestre han sido muy buenos: 2.200 millones de € de beneficio atribuido, debidos, sobre todo, a sus operaciones en España y México. Por otra parte, respecto a Turquía y América del Sur, ha anunciado que esperan mejores cifras en la segunda mitad del año.
Con las cifras actuales, la entidad resultante de la fusión sumaría algo más de un billón de euros en activos en todo el mundo, pero seguiría siendo la segunda española tras el Santander (1,8 billones de €), aunque sí la primera por activos en España: 637 mil millones. Sin embargo, no ingresaría todavía en el ranking de los diez mayores bancos europeos, aunque se situaría muy próxima a Lloyds Banking Group y a Intesa Sanpaolo. La capitalización bursátil, por otra parte, sería de unos 73.000 millones de euros, muy cercana a la del Santander y casi duplicando a la de Caixabank.
En definitiva, se daría lugar a una entidad más potente y con mayor capacidad crediticia, aunque a cambio de una inevitable reducción de la plantilla por eliminación de redundancias operativas. Aunque se reduzca el abanico de posibilidades de elección de entidad financiera, personalmente no creo que se vaya a ver muy afectada la competencia en el sector, sobre todo si esto se contempla desde una óptica europea. La verdad es que actualmente no se aprecian diferencias verdaderamente sustantivas entre las ofertas de servicios, créditos, y remuneración de cuentas y depósitos de los bancos españoles. Es en esto donde se demuestra la existencia o no de competencia, la cual no puede darse por supuesta por el mero hecho de que haya mayor o menor número de bancos. Y si de verdad se desease aumentar la competencia, quizá habría que animar o facilitar de verdad una mayor presencia de bancos comerciales extranjeros, porque lo cierto es que su presencia es bastante menor que la que se correspondería con una moneda y una supervisión única de un país de la Eurozona.
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