15 de febrero 2024 - 01:00

Ayer ceniza. Hoy ya es mañana. Lutgardo García, el poeta de la trascendencia desde lo pequeño, en su último libro Senderos de Gloria glosa el poema Ash Wednesday (miércoles de ceniza) de TS Elliot. Tiene mérito dedicar un poema al miércoles de ceniza. Si el poeta angloamericano nos muestra en el suyo la desilusión o la pérdida de la Fe, inspirado en los cantos del purgatorio de Dante; por contra, Lutgardo, nos lleva de la mano de la Esperanza. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia es Sevilla, su luz y vitalidad mediterránea (alejada de lo anglosajón) que hace nuestro estilo de vida diferente, que marca nuestra forma de vivir la Fe.

La ceniza para nosotros no es el rescoldo de algo muerto, el símbolo de la culpa, sino el inicio de nuestro particular sendero hacia la gloria. Como los Reyes Magos tras la estrella, nosotros nos orientaremos por ese signo de ceniza. La estrella guiaba al portal de Belén y la ceniza nos llevará a la a la cruz. Los dos sitios son insospechados y probablemente no se corresponden al estilo de vida que llevamos, pero forman parte de nuestro destino irrenunciable. La ceniza marca el inicio de la cuaresma y podemos tomarla, como Elliot, sin esperanza de volver a ver, perdidos en la frialdad del espíritu del mundo actual, o como Lutgardo, como la semilla de lo que será una bella rosa. La diferencia está en que nos ponemos la ceniza teniendo presente la promesa contenida en una poderosa zancada; o en unas mariquillas que bailan al son de la Esperanza; o en una intensa mirada anclada en la pureza.

Confiamos en el abrazo extendido allá por la Universidad; en el expirar interminable de calle Castilla o en el sereno llanto de la que llamamos nuestra Victoria. Confiamos en tantos y tantas, cada uno tiene ahora mismo su imagen en la mente y en el corazón, que esa ceniza es la huella de esa estrella que nos llevará a nuestra propia Resurrección. A nuestra nueva primavera. Querido Lutgardo, Elliot acertaba: “Con versos nuevos una rima antigua. Redime”.

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