Economía

Fernando Faces

Andalucía desigual

La autonomía, a pesar de la voluntad política, de las nuevas directrices públicas y de los fondos europeos es hoy más desigual y está más lejos de la región más rica que hace cuarenta años.

Operarios de Navantia Cádiz trabajan en un buque.
Operarios de Navantia Cádiz trabajan en un buque. / Julio González

Sevilla, 29 de febrero 2020 - 07:00

Tras casi cuarenta años de autonomía, Andalucía ha dado un gran salto adelante en crecimiento, infraestructuras, servicios sociales, modernización y bienestar. Andalucía ha transitado desde una región subdesarrollada a otra con unos estándares de desarrollo y bienestar europeos. Un salto espectacular, pero que no ha sido suficiente. Los andaluces aspiraban a alcanzar los niveles desarrollo y bienestar de las regiones más ricas y excelentes de España y de Europa: la igualdad territorial. La autogestión que otorgaba el Estatuto de Autonomía posibilitaba la consecución de sus objetivos e ilusiones. El futuro estaba en sus manos. La realidad es que Andalucía ha avanzado muchísimo pero no ha logrado reducir la distancia con las regiones de mayor renta y riqueza del norte España y de Europa. En la actual sociedad de la opulencia la satisfacción de los ciudadanos no se mide tanto por el valor absoluto de su renta y riqueza, como por la igualdad o desigualdad, por la convergencia o divergencia en renta con respecto a los ciudadanos, regiones, o países más ricos. Estamos en la era de las desigualdades. En el siglo XXI la pobreza está disminuyendo, pero las desigualdades están aumentando. El éxito político y el debate actual no está centrado tanto en los niveles de renta y riqueza como en su justo reparto ,en la distribución de la renta y la riqueza.

Andalucía a pesar de la voluntad política, de las nuevas políticas públicas y de los fondos europeos es hoy más desigual y está más lejos del autonomía más rica que hace cuarenta años. Es cierto que la lentitud en la convergencia entre las regiones ricas y pobres ha sido un fenómeno nacional. Pero es Andalucía la más divergente. En el inicio de la autonomía la renta per cápita de Andalucía era ese 75% de la media de España. En el año 2007, Andalucía habían avanzado hasta conseguir el 78,2%. La crisis financiera invirtió el proceso de convergencia.

A partir del año 2009, Andalucía inició un proceso de divergencia que no se detuvo hasta el final de la crisis.

A finales de 2018 la renta per cápita de Andalucía era el 74 % de la media nacional y el 56% de la europea. En los últimos cuarenta años se ha alejado un -1% de la media de España. En los últimos once años (2007-2018) un -4,2%. Como consecuencia de la crisis la Andalucía convergente ha mutado en Andalucía divergente. Divergencia no solamente en renta per cápita. sino también en tasa de paro, productividad, precariedad salarial y bienestar social.

Si el objetivo era la convergencia hacia la igualdad territorial, para lo cual Andalucía disponía de sus propios recursos y de los ajenos (nacionales y europeos), las políticas públicas han fracasado. Hemos fracasado todos: sector privado y sector público. Para los economistas hay una palabra mágica, la productividad, que consideramos que es la condición necesaria, aunque no suficiente, para que se produzca una mejora del crecimiento y el bienestar. Sin incremento de la productividad no es posible ni el crecimiento del potencial productivo del país, ni la creación de empleo, ni el aumento de los salarios, ni el incremento sostenible de las dotaciones de bienestar social. Pues bien, la productividad por hora trabajada de Andalucía no solamente es de las más bajas de Europa, sino que también su evolución ha sido negativa. El espectacular crecimiento que consiguió Andalucía en las dos décadas que precedieron a la crisis financiera se consiguió con una gran creación de empleo de baja calidad y baja productividad, gracias al boom inmobiliario. La creación de empleo, con evolución negativa de la productividad y un alto endeudamiento, no es sostenible y conduce inexorablemente a una crisis financiera como la que hemos padecido.

Si analizamos las causas de la baja productividad de Andalucía posiblemente estemos en la pista de cuáles son las políticas económicas, públicas y privadas, que pueden garantizar la convergencia de Andalucía en la próxima década. El incremento de la productividad no solamente está ligado a la cantidad y calidad en la asignación de los recursos productivos, públicos y privados, sino también a la eficiencia de la Administración Pública, a la formación y cultura de los trabajadores, de los empresarios y de los políticos y a la calidad de la democracia y de sus instituciones. Las reformas estructurales son precisamente aquellas que van orientadas a la mejora de todos estos factores condicionantes de la productividad. Son las reformas estructurales necesarias y pendientes. Desgraciadamente tanto a nivel de nación como de Andalucía estás reformas o no se han intentado, o están paralizadas desde hace años.

Una de las reformas más importantes para la mejora de la productividad es la de la Administración Pública. No solamente desde el punto de vista de su tamaño, que también, sino sobre todo de su eficiencia. Dado el gran peso que tiene la Administración Pública en Andalucía, la calidad y eficiencia de los gobernantes y de las instituciones es un pilar básico para el incremento de la productividad. Desgraciadamente esta es una reforma que en cuarenta años ni se planteado. Un mal diseño y organización de la Administración Pública, un exceso de legislación y burocracia, o a una deficiente actitud, formación, y ética de funcionarios y gobernantes es un factor que dificulta el crecimiento , la competitividad y la creación de empleo de nuestras empresas. Otro de los factores que condicionan la productividad es la escasa dotación de capital, sobre todo tecnológico, en relación al factor trabajo, así como el elevado coeficiente de capital público con respecto al capital privado. Es el caso de Andalucía. Son necesarias políticas que fomenten la inversión en capital y que atraigan inversiones exteriores. La política de atracción de inversión exterior está muy ligada a la seguridad jurídica, a la fiabilidad de las instituciones y gobernantes, al tratamiento fiscal y a la calidad del capital humano y de las instituciones educativas. También son importantes las políticas orientadas a facilitar la iniciativa empresarial hacia sectores de alto valor añadido y tecnológicamente avanzados. Una transformación del tejido productivo que no solamente mejorará la productividad sino también la capacidad de internacionalización de la empresa. Son necesarias políticas que creen incentivos para aumentar el tamaño de las empresas, para así mejorar la productividad, la capacidad de investigación y desarrollo y apertura de mercados, de un sistema productivo andaluz excesivamente atomizado.

Son imprescindibles y urgentes las políticas orientadas a reducir la brecha digital de las empresas andaluzas, en un momento de convergencia y de aceleración de las nuevas tecnologías. Esta última política es vital y apremiante no solamente para el progreso, sino también para la supervivencia a corto plazo de las empresas andaluzas. Ligadas a la transformación digital y dada la escasez de recursos humanos especializados en estas nuevas tecnologías es fundamental dar un giro a la orientación de la formación y la educación que la era digital está exigiendo. Y por último, y no menos importante, es necesario retener y atraer talento y fomentar la cultura y la formación empresarial y emprendedora, una de las carencias más importantes de Andalucía. El paradigma de política económica del nuevo Gobierno andaluz es muy cercano a lo expuesto. El problema no está en el enunciado de los objetivos y de las políticas, que con pequeñas diferencias suelen ser coincidentes en todos los gobiernos. La gran diferencia está en la coherencia y la voluntad política y sobre todo en la calidad de su ejecución y de sus ejecutores.

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