La ventana
Luis Carlos Peris
La Navidad como pata de un trípode
Querido Pepe: decía el poeta que la bondad y el arte son los dos grandes pilares sobre los que se asientan el amor de los suyos por sus hermandades. Soy consciente que sois continuadores de tantos esforzados hermanos cigarreros al recibir la firma de la cesión de la capilla donde habitan nuestros titulares. Esta –como ofrenda a la memoria– va a ser la mejor joya inmaterial en la próxima estación de penitencia.
Dando gracias por aquellos que en circunstancias realmente limitadas en sus primeros años en Los Remedios, lucharon con menos recursos y sin la proyección actual, por revivirla después de un largo periplo itinerante. Vuelvo a recordar el Almacén y aquellos recibos en papel, ajustando mil veces los gastos para la cofradía. Vuelvo a mirar desde mi niñez a aquellos nombres que se gastaron en amor como Avilés, Berdús, Ángel o Rafa. Posiblemente ponían pasión y desvelos donde se carecía de medios o de otros apoyos. Creo que cada hermandad debe mucho a tantas (y pocas) familias que han sido custodios en las penurias y garantes de que se conservara un estilo y un carisma. No debemos caer en una reducción populista que iguale todo y sea manifiestamente injusta hacia estas generaciones. Cuando nada se hablaba de ello y casi nadie de sus esfuerzos.
Cuando he compartido en las casas de hermandades, me ha emocionado especialmente la galería de fotos en blanco y negro de estos cofrades. Entonces en plenitud de sus vidas. Días felices de la función principal. Momentos plenos posando delante de los pasos de su cofradía. Miradas en noches tardías de priostía. Cuántos bocetos proyectados en servilletas de papel. Cuántos sueños. Cuánto sembrado calladamente para comprender el esplendor actual. Por eso, amigo Pepe, mi hermano mayor, como cigarrero me emociona que después de una larga itinerancia se arríe la Hermandad en su barrio. Uniendo gratitud, memoria y futuro.
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