Alas rotas

Cuando abres el libro de la añoranza, urge replicar las tardes con sabor a incienso

26 de marzo 2019 - 02:32

El papel de la memoria todo lo aguanta y en él se puede esculpir con precisión los recuerdos, la necesidad y debilidades que al llegar la cuaresma revives con definida claridad. Esos días, cuando abres el libro de la añoranza, urge replicar las tardes con sabor a incienso prematuro encendido en casa y tarareas marchas procesionales sin importarte la entonación ni el momento. Disfrutas con tus hijos la elaboración de torrijas de miel y espolvoreas con azúcar y canela lo cotidiano para camuflar la amargura que la pesada carga de la vida deja.

Cambias la manera de percibir la luz de la mañana y respiras profundamente el aire limpio y azul de primavera en el que revoloteaban despreocupadas aquellas golondrinas becquerianas de tu juventud. Esas poéticas aves que en su aleteo apartaban los nubarrones que ocultaban la verdad, rescatándote del abismo al que empuja la falta de esperanza y el paso y peso del tiempo.

Hoy has abierto con prisa el paréntesis que define la Semana del Misterio, la que marca tu calendario por encima de las del resto del año, y te sumerges en ella buscándolas de nuevo dentro de tu alma, como aquellas de la tradición que arrancaron con su pico las espinas de la corona del dolor y la injusticia. Las mismas que hoy, ahuyentadas por especies invasoras, añoran la muralla donde anidar y el azul desde el que admirar, planeando la belleza de una ciudad despierta al Poder de Su pisada.

El ansia de pasar página hace que despejes las nubes cargadas de agua ácida de la ironía y la falsedad, y en cada párrafo encuentras la clara verdad de Su mirada, la rotunda y absoluta promesa que te sostiene.

Por Su palabra levantas tu torpe vuelo hacia el Calvario, e intentas paliar con tu aflicción el sufrimiento causado por el taladro de tu pecado. Pretendes cerrar este capítulo de tu vida y te lanzas a buscar a vuelo raso Su perdón, a pesar de tener tus alas rotas.

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