La Zarzuela viaja por América

COMPAÑÍA SEVILLANA DE ZARZUELA | CRÍTICA

La Zarzuela se presenta por primera vez en el Teatro Romano de Itálica.
La Zarzuela se presenta por primera vez en el Teatro Romano de Itálica. / Federico Mantecón

La ficha

***Programa: Fragmentos de G. Giménez, F. Alonso, F. Chueca, M. Penella, M. Fernández Caballero, J. Padilla, J. Guerrero, D. Alomía Robles y P. E. Gutiérrez. Mezzosoprano: Alicia Naranjo. Orquesta de la Compañía Sevillana de Zarzuela. Directora: Elena Martínez Delgado. Lugar: Teatro Romano de Itálica. Fecha: Sábado, 20 de julio. Aforo: Lleno (800 personas).

En cinco años estaremos recordando y conmemorando el centenario de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, la que cambió en buena parte la fisonomía de la ciudad y de cuya estética aún somos deudores, a pesar de los desmanes urbanísticos que la permisiva legislación patrimonial hispalense permite. Y a la Avenida de la Palmera, nacida para la exposición, me remito. Pero entretanto llega la efeméride, ya se va preparando el camino para avivar la memoria y explorar la herencia de 1929, analizar su repercusión en la ciudad y sacar conclusiones para la salvaguarda de su legado patrimonial.

Una de estas primeras actividades conmemorativas ha sido el recorrido que la Compañía Sevillana de Zarzuela realizó en Itálica por la zarzuela hispanoamericana. Porque aunque a este lado del charco identifiquemos la zarzuela con España, la realidad es que la zarzuela arraigó con fuerza en toda la América hispana desde mediados del siglo XIX. En un proceso similar al español, que buscó en vano en la ópera su teatro lírico nacional para encontrarlo en la zarzuela, las nuevas naciones del otro hemisferio también hicieron de la zarzuela su género lírico autóctono, con casos tan especiales como la sarswela filipina en tagalo usada como contrapeso de la dominación yanqui tras 1898.

La experta mano de Elena Martínez, que conoce como pocas personas el pulso interno de nuestra música, sus ritmos y sus dejes estilísticos, dejó muy cuidadas versiones de fragmentos orquestales, como el elegante vals de El año pasado por agua, la combinación de ritmos antillanos (con hemiolias muy bien remarcadas) y vieneses en El bateo, el joropo de Alma llanera o la gracia castiza de El baile de Luis Alonso. La acústica poco controlable de un espacio tan grande al aire libre, sin posibilidad de retorno que permitiera corregir desfases, jugó en contra del empaste orquestal, con resultados lejos de lo habitual en esta orquesta cuando toca en espacios cerrados. Por su parte, Alicia Naranjo, poseedora de una voz de bello y bruñido centro, cantó de manera superficial, dejando escapar la gracia y la seducción en el fraseo cadencioso en piezas tan seductoras como la habanera de Don Gil de Alcalá, las folías de Las Leandras o el tangolio de El sobre verde.

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