Homenaje a la memoria de la Zarzuela
LA VERBENA DE LA PALOMA | CRÍTICA

La ficha
****Sainete lírico en un acto con música de Tomás Bretón y libreto de Ricardo de la Vega. Intérpretes: Carmen Romeu, Borja Quiza, Amparo Navarro, Manuel de Diego, Emilio Sánchez, Ana San Martín, Gurutze Beitia, Rafa Castejón, Ana Goya, Sara Salado (cantaora). Escenografía: Nicolás Boni. Vestuario: Gabriela Salaverri. Iluminación: Albert Faura. Dirección de escena y coreografía: Nuria Castejón. Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección musical: Lucía Marín. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves, 27 de marzo. Aforo: Lleno.
El boticario y las chulapas y celos mal reprimidos. Es el largo subtítulo de esta inmortal muestra de lo que fue en su momento el género chico, el teatro por horas que revivificó el teatro lírico español hasta unas dimensiones impensadas. El templo por excelencia de este tipo de espectáculos (un título diferente cada hora) fue el Teatro Apolo de Madrid, donde tantas y tantas zarzuelas se estrenaron, entre ellas La verbena de la Paloma en 1894. Nuria Castejón lleva en sus genes el género por larga tradición familiar y ha querido rendir homenaje al Apolo con un ingenioso y bien escrito prólogo que recrea la última función de Apolo antes de su compra por un banco en 1929. Con unos grandes actores y cantantes/actores, el espectáculo se desliza por la senda de la teatralidad y enlaza con el sainete lírico perfectamente. Bella escenografía, vestuario elegante y muy vistoso y coreografías llenas de luz (soberbia iluminación) y de ritmo. La selección de piezas musicales del prólogo, extraídas de zarzuelas hoy poco conocidas como El sobre verde, El año pasado por agua, La gente seria o El pobre Balbuena, además de las más famosas El bateo y La Gran Vía, demuestran el amor y el conocimiento del inabarcable patrimonio zarzuelístico conservado, además de un gran gusto musical. Aquí, como después en el sainete, hay que destacar la actuación de otro Castejón, Rafa, un actor característico de la mejor ley y tradición. Y aún creo que se escucha la voz de Jesús Castejón en la locución radiofónica.
Aunque hubo momentos en el prólogo en que la orquesta tapó a los cantantes, Marín dirigió con gracia y finura los ritmos danzables (chotis, habanera, seguidilla, mazurca) y con buen sentido del color orquestal. Entre las voces hubo un poco de todo. Carmen Romeu muestra una voz oscurecida de forma poco natural, con problemas de apoyo en la zona grave (no se la escuchaba en varios momentos), pero con brillo en la franja superior. Voz pequeña la de Ana San Martín, pero pizpireta actuando. Emilio Sánchez canta con un trémolo muy acusado y con una emisión estrangulada, mientras que Borja Quiza suena con un enorme vozarrón que se queda en eso, en volumen y pocos matices. Las voces más entonadas y de emisión franca fueron las de Amparo Navarro y Manuel de Diego, ambos, además, excelentes actores. De todas las demás cabe recordar la Tía Antonia de rompe y rasga de Gurutze Beitia y las soberbias soleares por derecho de Sara Salado. El coro no sólo cantó con color y empaste, sino que se movió por escena con desparpajo.
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