La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
Libros
"Abanderada del nuevo arte que nacía tras los excesos del romanticismo, canté ante nobles, plebeyos y gentes de toda condición, poniendo boca abajo los teatros de media Europa, aunque quizá mi pecado haya consistido en vivir demasiado". En Yo, Pauline Viardot, editada por Extravertida, Carmen Rodríguez novela la aventurada y fascinante biografía de la mezzosporano que da título a la obra, una mujer que consiguió imponerse a las acusadas sombras que proyectaban su padre, el tenor y compositor Manuel García, y su hermana, la también cantante María Malibrán, para cautivar con su poderosa personalidad y su talento en los salones y los teatros europeos.
Rodríguez, profesora de Lengua y Literatura que ya había publicado anteriormente el poemario Contra todo pronóstico y el conjunto de relatos Good Luck, encontró en el sobresaliente perfil de la Viardot una ocasión para debutar en la novela. "Me lo planteé como un desafío, intentar darle una coherencia a una historia de la que tenía datos sueltos, nombres por aquí y por allá, y debía armar toda una narración con ellos", expone la escritora. Le sorprendía que, pese a sus raíces españolas –su padre era sevillano y da nombre a una de las salas del Maestranza–, "aquí no hubiese ninguna biografía sobre ella", lo que le planteaba "la oportunidad de darla a conocer". Se acercaba además el segundo centenario de su nacimiento (ocurrido en París en 1821; ella moriría, con 88 años y en la misma ciudad, en 1910) y la efeméride ayudaría a reivindicar su figura.
Para la autora, la peripecia de Viardot remitía a "temas actuales", asegura. "Entre ellos, el problema de la mujer. Aparecen nombres que sí son recordados ahora, como Clara Schumann o George Sand, pero las mujeres lo tenían claramente más difícil para ser reconocidas y pasar a la Historia", sopesa Rodríguez, que también se siente atraída por el "europeísmo" de su protagonista. "Para ella no había fronteras", apunta sobre una intérprete que entre otros destinos recaló en México, Nueva York, Londres, Berlín o San Petersburgo. "Tenía una educación francesa y unas raíces españolas, pero aparte era una persona muy curiosa y, por ejemplo, divulgó con entusiasmo la música rusa por Europa, y, en su primera juventud, estuvo en contacto con Mendelssohn y con Robert Schumann, empezó a valorar la obra de Bach y a tener así mucha conexión con la cultura germana", explica la novelista. El hecho de que su marido, el hispanista Louis Viardot, "tuviera enemigos después de dejar el Théâtre-Italien afectó a la carrera de Pauline. Ella no triunfó hasta tardíamente en París, con Le Prophète de Meyerbeer, y mientras tuvo que estar viajando de un lado para otro".
Viardot se codeó a lo largo de los años con creadores de la talla de Liszt, Chopin, Musset, Delacroix, Dickens, Wagner o Verdi. "Los lectores se sorprenden de que todos esos nombres coincidieran en el tiempo. Sabemos de su grandeza por separado, pero algunos de ellos se relacionaban entre sí, eran amigos", comenta Rodríguez, que narra también cómo en la esfera doméstica la existencia de Viardot no deja de ser apasionante. "Yo no tuve niñez ni juventud", confiesa la protagonista al recordar la extrema disciplina con que les enseñaba su padre. "Por lo que cuentan, Manuel García era un hombre temperamental, violento. A María la educó, según parece, a base de palizas; Pauline nace 14 años después y con ella fue menos severo", revela Rodríguez. Cuando María, tras triunfar en los escenarios, "murió como vivió, demasiado aprisa", la madre le dice a la hermana menor que cierre su piano, al que ella quería consagrarse, porque alguien "debe mantener viva la llama del canto en la estirpe de los García". Un cambio de guión que demuestra la prodigiosa versatilidad que caracterizó a la también compositora de obras como Cendrillon. Liszt, añade la autora de Yo, Pauline Viardot, "decía que nunca había conocido a alguien con tantos dones como ella".
Rodríguez describe con pudor la vida privada de su heroína, que mantuvo un prolongado idilio con Iván Turguéniev y que, según se especula, tuvo "amoríos" con George Sand, quien se inspiraría en ella para la novela Consuelo, conquistas que se atribuyen a la cantante pese a que en su epoca era señalada por su físico poco agraciado. "De hecho, Camille Saint-Saëns, que era su amigo, proclamó: No es fea, es peor", cuenta la autora. "Pero tenía una personalidad magnética. Cuando su marido se prometió con ella, se la presentó al pintor Ary Scheffer, y éste le dijo: Es muy fea, pero si por casualidad no te casas con ella avísame, que lo hago yo".
La novela sólo abarca la mitad de la larga vida de su protagonista. El relato acaba con el estallido de la guerra franco-prusiana, "que la obliga a exiliarse, junto con su familia, a Londres. Esa guerra, y los hechos sangrientos de la Comuna de París que siguieron, supusieron una inmensa conmoción para la gente que los vivió, que vio cómo, de la noche a la mañana, se tambaleaban los cimientos de la sociedad en la que vivían, algo muy parecido a lo que en estos momentos nos está tocando padecer", considera Rodríguez.
La escritora espera que el cercano segundo centenario de Viardot sirva para poner de manifiesto su relevancia y la de su familia. "No damos importancia al dato, pero fue su padre, un sevillano", un episodio que Rodríguez relata en la novela, "el primero que lleva la obra de Mozart a Nueva York. Pauline asistió al estreno de Don Giovanni y allí conocería a Lorenzo Da Ponte. Después ella, que era coleccionista, se haría con el manuscrito de esa ópera, que hoy custodia el Conservatorio de París".
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