Eternas adolescentes

Juega esta nueva comedia nacional de temporada con una de esas premisas fantásticas algo estúpidas que suelen quedar siempre mejor sobre el papel: una adolescente atolondrada y enamoradiza de finales del siglo XX sufre un accidente, se pasa más de veinte años en coma y despierta súbitamente y con plenas facultades en pleno 2024.

La película de María Ripoll (Ahora o nunca, Vivir dos veces, No culpes al karma) juega así sus inconstantes bazas cómicas en el décalage entre los gestos, modos, deseos y expresiones de una niñata millennial reencarnada en el cuerpo de una treintañera desubicada y en las entusiastas prestaciones imitativas de una Verónica Echegui que parece pasárselo en grande en el juego de la suplantación.

Algunos chistes y gags a propósito del salto temporal y generacional, la tecnología, las costumbres sociales, el cine, la polarización, los amores fluidos, la crisis de la masculinidad o el satisfyer salpimientan un filme al que le sobra relleno (la madre que interpreta Ángela Molina) y que se resiente de su deriva poli-romántica, su exaltación de la amistad femenina recobrada y su voluntad de aceptación del presente como un territorio de diversidad y corrección política sin apenas roce ni resistencia.