Un yacimiento que excitó la imaginación de los arqueólogos

Patrimonio

La investigadora Araceli Rodríguez recuerda la emoción del hallazgo y las últimas hipótesis sobre el tesoro

Objetos hallados en las últimas excavaciones en el Carambolo, realizadas entre los años 2002 y 2005.
F. C. / Sevilla

02 de octubre 2009 - 05:03

El hispanista alemán Adolf Schulten, historiador, filólogo y arqueólogo, dedicó sus investigaciones a otras zonas de la Península Ibérica, pero a la postre sería reconocido por sus estudios sobre una población milenaria con estatuto mítico, de la que en su época sólo se tenía constancia por fuentes escritas y orales. En 1958, durante una excavación para la sociedad del Tiro de Pichón en Camas, apareció el tesoro, y las primeras investigaciones establecieron que las piezas "no correspondían a ninguna época ni a ninguna cultura conocidas", aparte de que salieron a la luz restos de un tipo de cerámica que tampoco se había visto hasta ese momento.

El episodio, que recuerda la arqueóloga Araceli Rodríguez, autora junto a Álvaro Fernández de Tartessos desvelado, un volumen editado en 2007, excitó la imaginación de quienes ya habían leído con entusiasmo el famoso libro de Schulten, Tartessos. Contribución a la historia más antigua de Occidente, donde se alentaba la imagen romántica de una civilización indígena con miles de años de antigüedad.

El proceso para analizar el significado de ese hallazgo, cuánto y qué decía de la historia de Sevilla, ha estado marcado por modificaciones sustanciales en su interpretación. Las excavaciones realizadas en la zona cuando los terrenos pasaron a ser propiedad del ganadero Gabriel Rojas han marcado el último hito en la investigación de tartessos.

Araceli Rodríguez participó en esa campaña, en la que se analizaron hasta 7.000 metros cuadrados de tierra y tras la cual se estableció que en ese lugar existió un santuario "de tipología oriental" cuyo origen se remonta a la llegada de los fenicios, explica la arqueóloga. Su hipótesis y la de su colega Fernández mantiene que las colonias fenicias de este tipo se organizaban en "ámbitos funcionales". Así, Sevilla fue la colonia "de primer orden"; el Carambolo, su santuario; y Alcalá del Río, uno de los principales puertos y observatorios para controlar la actividad en el Guadalquivir y la ruta de los metales desde Sierra Morena. "Eran -concluye Rodríguez- asentamientos conectados entre sí, y el eje más fuerte de control era el compuesto por Sevilla y el Carambolo, que de hecho se encuentran enfrente".

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