Xenia García: “Nunca terminamos de conocer a las personas con las que convivimos”
Libros
La autora presenta en Cádiz ‘Kudryavka (Perra de pelo rizado)’, una novela sobre la pedofilia y los monstruos que tenemos cerca con la que ganó el Premio Unicaja Fernando Quiñones
Kudryavka (Perra de pelo rizado), la novela con la que Xenia García ha ganado el Premio Unicaja Fernando Quiñones, se abre con una ilustrativa cita de Stephen King: "Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros, y, a veces, ellos ganan". Porque García, que ya se había revelado como una autora exigente con los relatos de El trigo que cae El trigo que cae y Cárceles de azúcar y que asegura que sólo sabe "escribir con el estómago", firma un libro contado con rabia y desconcierto, extrañamente hermoso pese al dolor de aquello que retrata. La noticia de una mujer que encontró imágenes de pedofilia en el ordenador de su marido, con el que había convivido un cuarto de siglo, inspiró a García el viaje de Pepa, su protagonista, una mujer que recibe una llamada que le informa que su ex –el monstruo– ha muerto en extrañas circunstancias.
"Era una pretensión que yo tenía muy clara para esta novela: desanimalizar a los bárbaros, digamos", explica la autora, que presentará su libro, editado por Alianza, este miércoles a las 20:00 en Cádiz, en el Espacio Literario Fernando Quiñones, acompañada por Eduardo Cruz Acillona. "Quería que se viera que no son personas tan ajenas a nosotros las que hacen monstruosidades, que pueden ser nuestros hermanos, nuestros padres, nuestros tíos. Una de las obsesiones que yo tengo es cuánto conocemos a las personas con las que vivimos, a las que hemos querido, y quería explorar eso con este libro". En un principio, el pedófilo al que iba a retratar en su obra estaba vivo, "pero comprendí que resultaba más interesante y más literario que muriera, que no pudiera dar la réplica ni responder a ninguna de las preguntas que nos hacemos".
"Cuando robaron la Mona Lisa en el 56", se lee en Kudryavka (Perra de pelo rizado), "el gentío, autómata, iba a contemplar el hueco que había dejado el cuadro, como si tal ausencia significara más que el cuadro en sí mismo. Te preguntas si cuando no estés, cuando todo tú seas un enorme agujero oscuro, ellos vendrán a contemplarte. ¿Se darán cuenta de que tú eres sobre todo tus huecos?". Los fogonazos de memoria de Pepa, pero también listas, informes médicos, completan el perfil del hombre en una narración ambiciosa y plagada de frases feroces que el lector recibe como zarpazos: "Os diré cómo se mata a una niña. Se le mete un duro en la palma de la mano para que se compre chicles de fresa".
En Kudryavka, de la pareja que Pepa formó con su ex marido, sin embargo, la más discutida ha sido ella, por infiel, por no responder a las convenciones de la sociedad. "Qué poco les cuesta a los tíos señalar con el dedo a una mujer", se dice en la novela. "Y nos tratan con desconfianza, tenemos que demostrar siempre las cosas que decimos para que nos crean", apunta la escritora sobre su protagonista. "Ella guarda silencio en determinados momentos de su vida precisamente por eso, porque ¿para qué va a contar nada, si no van a confiar en ella? El mito de Casandra aparece en las páginas del libro, donde también se dice que una mujer es más mujer mientras más calla. Hemos crecido con el miedo de no ser creídas".
Y con la presión por la belleza desde niñas. No es casual que aquí aparezca esa cancioncilla: Al pasar la barca, me dijo el barquero, las niñas bonitas no pagan dinero. "Es increíble esa letra, ¿verdad? Y yo se la he cantado a mi hija...", afirma García, para quien "la tiranía de la belleza es una de las grandes losas que hemos sufrido las mujeres de mi generación. Yo además fui una niña fea. En los diarios que escribía, repetía eso una y otra vez. Es el único elemento autobiográfico del libro".
Kudryavka –el verdadero nombre de Laika, la perra perdida en el espacio, con el que rebautizan a la niña protagonista– dirige su foco a lugares incómodos, como ese interés de la pornografía por las mujeres totalmente depiladas, que en el libro se ve como una invitación a la pederastia. "A mí eso me parece demencial. Hay muchas cosas que deberíamos revisar en este sentido como sociedad. Por una parte, está la hipersexualización que hacemos de la infancia. Me asusta que le regalemos a las niñas sujetadores con rellenos. Yo he ido a comprarle un bikini a mi hija y no he encontrado ninguno sin relleno, o sin la parte de arriba. Lo paradójico es que luego las niñas van creciendo, y se hacen adultas, y sienten una presión social por depilarse el pubis y parecer niñas. Es desconcertante, y, si nos paramos a pensar, grotesco", opina García, que entre los personajes que vincula de algún modo a la pedofilia, en una de las listas que aparecen en su novela, incluye a intelectuales como Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, quienes pidieron en 1977 la derogación de una ley que establecía el consentimiento de los menores en 15 años, o a las celebridades –Naomi Campbell, Alec Baldwin o Kevin Spacey– que estaban en la agenda de Jeffrey Epstein asociadas a su red de tráfico de menores.
La narradora sevillana,que se ha "metido en la dark web para escribir esta novela, y he visto cosas terroríficas", aporta un dato escalofriante: una Guía del pedófilo para el amor y el placer estuvo en 2010 entre los 100 libros más vendidos de Amazon. "Yo partí de la idea que tenía para el libro y empecé a documentarme. Me encontré con esa guía que había sido descargada por cuatro dólares, y por tanta gente que se encontraba entre los libros más vendidos. Accedí a una sinopsis y vi que eran consejos que se daban a los pedófilos para no ser atrapados. Detrás de cada lector de ese libro hay una persona, aterra pensarlo. Me ha sorprendido lo fácil que es encontrar pornografía infantil, y ya no en la dark web, sino en el internet al puede acceder todo el mundo".
García ha realizado con este libro una expedición a territorios sombríos, y su obra habla también de temas como el fanatismo religioso –"está tocado aquí de soslayo, porque no era lo principal en la novela, pero me interesaba explorar cómo la religión utiliza la culpa para someter y silenciar a los que se rebelan"– o el suicidio, del que ofrece una imagen perturbadora: en San Francisco, todos los que se arrojan del Golden Gate lo hacen del lado del puente que da a la ciudad, como si quisieran ser vistos en su despedida.
Tal vez la hondura sin concesiones de Kudryavka se deba a que García escribe "para comprender el mundo, pero también para olvidar, porque una vez que yo vuelco lo que me inquieta me quedo tranquila. Sólo puedo escribir con el estómago, no tengo otra manera de concebir mi obra". Lo asegura también su personaje: "Escribir tiene también algo de renacer a la vida una vez hemos acabado con los fantasmas, con los remordimientos, con los chicles de fresa. Quizás la costra, después de todo, se haga más liviana".
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