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La fuerza | Crítica
'La fuerza'. Xaime Martínez. Traducción al español del autor. Malas Tierras, 2023. 176 páginas. 19,90 euros
Xaime Martínez, autor de La fuerza, una inquietante e ingeniosa novela de vaqueiros ambientada en una Asturias distópica y pulp, rememora unas palabras atribuidas a Luis Magrinyà. "Todos los escritores", afirma Martínez adoptando la voz del editor de Alba, "tienen que tener, al menos, una novela protagonizada por otro escritor, y cuanto primero la quitas de en medio, mejor". A lo largo de toda la novela brilla una ironía que hace pensar en la libertad absoluta de someterse a las reglas de un juego, en este caso las novelas sobre escritores. Algunos se pasan la vida escribiéndolas, como Proust, y otros las pasan como un sarampión; Xaime Martínez bordea el género como un gato el cazo del pienso, sacando con la pata las mínimas porciones que le dan seguridad, y mirándonos de reojo. Cuando uno asume los tópicos que quizás en un momento de su vida se ha esforzado vanamente en rehuir, se lo pasa mejor, y creo que esta es la lección más importante que nos da el kitsch, el spaghetti western y las novelas de Maigret, sin desterrar el genio. Con La fuerza pasa lo mismo, el escritor y los lectores se meten de cabeza en un juego consabido, pero dispuestos a explotar al máximo las consecuencias de lo esperable. Ello no significa que la novela sea previsible; la verdad es que no lo es en absoluto.
Martín Feito, el protagonista de La fuerza, es un joven escritor beneficiado con una beca de creación de algún organismo imperial –del Imperiu asturianofalante que constituye el poder en este mundo– que recala en un pueblo dominado por la sombra de una central térmica con la intención de ponerse a escribir de una vez. La intención, como suele ocurrir en estos casos, se ve interrumpida por cualquier cosa, y Martín Feito acaba colaborando con un grupo de guerrilleros que se esconden en los montes, entre los cuales hay uno que sufre un hambre insaciable de lecturas. Acosados por la Guardia Civil, los guerrilleros viven en la más oscura clandestinidad, y Martín deben ser cuidadoso para no mezclar los secretos del monte con el círculo de jóvenes rurales y neorrurales que constituyen sus amistades en el pueblo. La neurastenia del joven escritor colma y desespera todas las situaciones, su incapacidad para escribir y su irritante autoconciencia se dan de bruces con una realidad entre gris y mágica que aparece ante nosotros, siguiendo las palabras de Juan Eduardo Cirlot evocadas al inicio de la novela, "como muros, como espejos o como ventanas", o puesta en jaque por los miles de ojos que, en un solo cuerpo, pueden contemplarla. Esta última afirmación, algo enigmática, es una invitación a leer la novela.
La fuerza, publicada por la editorial Malas Tierras, tiene la característica de ser la traducción al español, hecha por él mismo, de la primera novela de Xaime Martínez, La fuercia o les cuatro epifaníes de Martín Feito, escrita en asturiano y aparecida en 2021. No he leído la versión original, y aprovecho estas páginas para pedirle al autor, si es que las ve, que me la envíe. Esta novela, o estas dos novelas, son las primeras incursiones en la narrativa de Martínez, hasta el momento conocido y celebrado como poeta y músico. De 2014 es su primer poemario, Fuego cruzado (Hiperión), al que seguirá en 2017 Hibernia (Saltadera). En 2018 fue reconocido con el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández por Cuerpos perdidos en las morgues. Una novela de detectives (Ultramarinos). La fuerza, sin embargo, se aleja de la tradicional novela de poeta, gracias a Dios, y acepta la irresistible fuerza –perdón– del lenguaje sin caer en la autocomplacencia del misterio de la lengua, lo que hace de ella, además, algo divertido y atractivo. Pero algo siempre queda, y a ello responde sin duda la gracia, la inteligencia y la versatilidad –rarísimas en la narrativa española de este siglo por lo menos, con sus excepciones, claro– de una escritura verdaderamente personal.
Con todo, La fuerza es una novela que pide –no exige con violencia, solo pide con ganas– un lector cómplice. Entre esos lectores está cualquier interesado por un valor nuevo, pero también cualquier amante de las viejas novelas de vaqueros –y vaqueiros–, así como todo aquel que simplemente quiera disfrutar del honesto placer de pasar un buen rato. Esta novela propone una mezcla muy sugerente y un poco loca de registros y contextos, desde el mundo rural asturiano hasta la magia que pasa casi desapercibida inspirada en las investigaciones sobre mitología del genial Cirlot, todo ello envuelto en una distopía latente, no precisada, en que el español ha sido reducido al ámbito familiar y expulsado de la cultura y las instituciones del Imperiu. Recuperando las palabras de Magrinyà, Xaime Martínez ha despachado, efectivamente, su novela sobre escritores, pero yendo más allá, usando al pobre escritor como mera excusa de una aventura a veces de cómic, a veces de mal sueño después de una larga fiesta bajo un cielo estrellado, en la plaza de un pueblo.
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